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Adultos inmaduros y el negocio de “sanar al niño interior”

  • Foto del escritor: Santa Cruz Nuestro Lugar
    Santa Cruz Nuestro Lugar
  • 7 oct
  • 3 Min. de lectura

Hay adultos de la categoría +40 que todavía se escudan en su infancia: “No puedo”, “Es que mi pasado…bla, bla, blá”. Y así se la pasan de terapia alternativa en terapia alternativa, buscando a su “niño interno” como si fuera la varita mágica que los liberara de laburar en serio la vida. La verdad es que esa búsqueda no es más que una excusa para evadirse del presente y no afrontar la realidad: mientras reviven traumas pasados, dejan de tomar decisiones hoy, de hacerse cargo de sus relaciones, de su trabajo, de su vida.

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No es casualidad: provienen de generaciones que crecieron en la Argentina de los 70 y 80, entre crisis económicas, cambios políticos abruptos y escuelas muchas veces desbordadas o desconectadas de la contención emocional. Fueron chicos que aprendieron a sobrevivir, pero no a responsabilizarse emocionalmente, y esa herida colectiva se traduce hoy en adultos que buscan justificaciones externas para no hacerse cargo de sus decisiones.


La posta es que no se puede sanar del todo. Las heridas quedan, siempre. Y ahí aparecen los sanadores oportunistas: reiki, talleres, cristales, constelaciones familiares, fórmulas mágicas… todo vendido como pan caliente. Y la verdad de la milanesa es que muchos de estos vendedores de humo no han hecho su propio trabajo psicológico y operan de manera irresponsable: no detectan psicosis, trastornos de personalidad u otras vulnerabilidades de quienes buscan ayuda. Su negocio se sostiene sobre la necesidad de evasión y sobre promesas imposibles de “sanación total”, mientras el riesgo real de daño psicológico pasa desapercibido.


A modo de ejemplo, hace poco, a las manos de este humilde redactor cayó un libraco más que interesante: El caso Telak de Zygmunt Miłoszewski. En él se cuenta el quilombo que pasó el 5 de junio de 2005 en un convento viejo de Varsovia, donde se estaba haciendo una sesión de constelaciones familiares. La víctima, Henryk Telak, un tipo que había perdido a su hija por suicidio y estaba con el matrimonio hecho percha, participaba en una dinámica grupal donde la gente adoptaba roles de familiares y amigos para “ayudarlo a recordar conflictos del pasado”. La cosa se puso fulera: Telak terminó muerto con un tenedor clavado en el ojo en la cocina del convento.


El caso lo agarró el fiscal Teodor Szacki y quedó clarito que uno de los participantes, totalmente enganchado en la intensidad de la sesión, había actuado siguiendo el rol que le tocó (¡El de un pariente que debía vengarse de ese padre en nombre de la hija!). Después se determinó que este tipo padecía psicosis, lo que sumó gravedad al desastre. El caso Telak es hoy un registro importante en la historia de la criminología dentro de las terapias del New Age y sirve como alerta sobre los riesgos de la falta de supervisión profesional. Esto demuestra que cuando las pseudoterapias se manejan sin control y sin profesionales capacitados, lo que empieza como “sanar al niño interno” puede terminar en tragedia.


Por otro lado, algunas de estas movidas, sobre todo cuando se arman en grupo o con rituales medio místicos, tienen pinta de microsectas: un líder que se pone el trono, promete que vas a cambiar la vida entera y encima te deja colgado emocionalmente de él. Todo esto pasa en un país donde nadie regula quién puede dar terapia ni cómo, así que se arma un caldo de cultivo perfecto para que te caguen y te manipulen la cabeza a gusto.


El que hace terapia de verdad no busca borrar nada, aprende a convivir con la herida. La psicología y el psicoanálisis te enseñan a entender tus patrones, a regular emociones y a actuar igual, aunque te duela. Higiene mental, como también le llaman. La ciencia lo dice claro: la resiliencia no viene de sanar el pasado, viene de aprender a vivir con él y tomar decisiones igual.


Desde este enfoque, el Lector de "Santa Cruz Nuestro Lugar", bien puede arrojar blanco sobre negro y observar que los adultos inmaduros esperan que el “niño interno” les dé permiso para crecer o no. En cambio, los responsables hacen terapia para seguir adelante, con las heridas a cuestas, sin excusas, sin cuentos mágicos. Porque ser adulto no es estar entero, es saber avanzar aunque estemos hechos verga.

Por @_fernandocabrera

 
 
 

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