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  • Foto del escritorFernando Cabrera

¿Alguna vez te dijeron que sos un/a histérico/a?

Aquel mediodía, el sol se filtraba a través de las cortinas, proyectando un mosaico de luz sobre la mesa ratona del living de esa casa afincada casi al final de la calle Gotti. Había acudido a entrevistar a un conocido dúo de músicos. La expectativa sobre cómo saldría esa entrevista flotaba en el aire, casi tan palpable cómo la expresión de ambos al mirarme encender el grabador de mí celular.

Al plantear mi primera pregunta, una sencilla curiosidad sobre quién componía las letras y la música que conformaban sus canciones, la armonía se quebró. El matrimonio, normalmente unido por la música, se encontró en un impasse verbal. "Un momento, por favor", murmuraron casi al unísono, antes de retirarse a discutir a un cuarto contiguo.




 

Desde mi asiento, las notas graves de su discordia llegaron atenuados a través de la pared. Las palabras del esposo, teñidas de un tono despectivo, resonaron con acritud machista: "al final, sos una histérica de m...".

La frase, un eco de prejuicios antiguos, me impulsó a reflexionar sobre la histeria, esa entidad psicológica que no distingue género, aunque la historia haya pretendido lo contrario.

 

La histeria, tal como la entiende el psicoanálisis, es una neurosis que se manifiesta en ambos sexos, desplegando un abanico de síntomas que van desde la somatización hasta la fluctuación del ánimo. No es exclusiva de mujeres, como erróneamente se ha perpetuado, sino una experiencia humana compartida. La indecisión, la ambivalencia, la dificultad para asentir o declinar invitaciones simples, son solo algunas de las manifestaciones de esta condición.




 

La histeria, actualmente conocida como trastorno de conversión, se manifiesta a través de una serie de síntomas físicos y emocionales. Entre los síntomas físicos se encuentran la parálisis del cuerpo, pérdida de memoria, convulsiones, miedos, trastornos del habla, alucinaciones, ceguera, problemas digestivos, afonía, dolor muscular, problemas de respiración y dificultad al tragar. En cuanto a los síntomas emocionales, pueden presentarse gran angustia y ansiedad, ataques de pánico, insomnio e irritabilidad. Estos síntomas son el reflejo de un conflicto psicológico que se expresa en el cuerpo, sin una causa orgánica aparente. Por lo que es crucial buscar la orientación de un profesional de la salud mental para un diagnóstico y tratamiento adecuados.

 

En aquel instante, comprendí que la histeria no era más que un reflejo de conflictos internos, una lucha por reconciliar deseos y temores reprimidos. Y mientras ellos buscaban en la privacidad de su hogar la resolución a su desacuerdo, yo hallé en su disputa una lección inadvertida sobre la complejidad del ser humano y la universalidad de sus batallas emocionales.

 

La entrevista, que comenzó con una nota discordante, terminó por componer en mí cabeza una crónica más profunda, una que trascendía la música para adentrarse en las sinfonías y cacofonías del alma humana.




 

Cómo vi que la discusión de este matrimonio de músicos se extendía en furiosas e innecesarias exposiciones, suspiré profundo y, entré en la disyuntiva de irme de allí o quedarme. "Me voy, me quedo, me voy, me quedo", me dije para mis adentros, al punto de concluir, casi al borde de la paranoia, que ese par de histéricos discutiendo en privado, acababan de contagiarme su neurosis. Así que, con un escalofrío en la espalda, salí huyendo, de esa casa, sin despedirme.

"Nadie, jamás, está exento de nada", murmuré, mientras caminaba por la calle Gotti de regreso a la redacción del diario.

Por @_fernandocabrera



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