B.A.M: el rock existencialista de la Patagonia
- Santa Cruz Nuestro Lugar
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Río Gallegos siempre tuvo su propio pulso, su propio compás, una cadencia distinta a la del resto del país. En ese paisaje donde el viento se lleva hasta los silencios, apareció una banda que entendió que el arte también puede soplar fuerte: Bienvenidos al Mundo (B.A.M). Un proyecto que nació con el espíritu libre del sur, con músicos que venían de todos lados y que, como en una licuadora sonora, mezclaron jazz, ska, rock, ruta, campo y filosofía hasta que explotó algo genuino, visceral, riogalleguense hasta la médula.

El saxo de Daniel Schinelli fue la bocanada que cambió el aire. Él se sumó a los lientos por invitación de Agus de la Brizna, tras una gira por Calafate y El Chaltén. “Me invitaron a tocar, parece que les gustó cómo sonaba la mezcla con el saxo”, recuerda Dani en alguna de las tantas entrevistas que le hicieron. Pero no fue solo eso: fue la chispa que encendió una banda que no sabía que estaba a punto de encontrar su forma definitiva. Fernando Barragán en trombón, Carlos Levill en trompeta, Alfredo Bustamante en batería, Luciano Allieva en bajo (más tarde reemplazado por Pablo Silva), Cristian Oliva en teclas, Milton Dos Santos y Agus de la Brizna en voces. Una formación explosiva, una suerte de familia disfuncional pero necesaria.
Lo que vino después fue pura combustión artística. En 2012 grabaron un demo en El Calafate. De diez temas, sobrevivieron cuatro: Mensajes, Paradigmas, Premisas y Desiertos. Ahí ya estaba el germen de todo: letras existencialistas, música que se escapa de los moldes, una búsqueda que no busca agradar sino decir. Como contó cierta vez Agus de la Brizna: “Nos dejamos salir, eso es lo bueno del arte… las cosas que nos pasan las transformamos en sonido”. Y ese sonido tenía identidad.
El 2013 trajo Demogracia, un demo de tres canciones que fue como un manifiesto: crítica social, filosofía cotidiana, preguntas que no piden respuestas. Con Mensajes, Paradigmas y Premisas, B.A.M. abrió la puerta a su propio universo, uno donde el rock alternativo se mezcla con la música fusión, y donde las letras invitan más a pensar que a poguear.
En 2014 llegó el disco homónimo, Bienvenidos al Mundo. Un trabajo más pulido pero igual de honesto. Temas como Cápsula, Mentes o la relectura de Mensajes llevaron la propuesta a otro plano: un viaje introspectivo y colectivo al mismo tiempo. La banda encontró su sonido: una especie de torbellino emocional con vientos, bajos y guitarras que parecían discutir entre sí para encontrar una verdad común.
El 2015 los vio experimentar con 3D3, un EP más ambicioso, con estructuras nuevas y una búsqueda sonora más osada. Y cuando todo parecía haberse calmado, en 2020 regresaron con DemoGracia (II), y con Ser como bandera, volvieron a poner el dedo en la llaga: quiénes somos, de dónde venimos, por qué seguimos tocando.
B.A.M nunca fue una banda de moda. Fue (y sigue siendo) una banda de alma. Un proyecto que entendió que el arte no es solo tocar, sino también pensar, vivir y dejar que la música sea el filtro de lo que uno es. Y aunque los años pasaron, los temas siguen vivos en Bandcamp, y más vivos aún en la memoria de quienes los escucharon en algún bar de Río Gallegos, alguna noche.
Bueno. Todo muy lindo hasta acá; pero este humilde redactor de "Santa Cruz nuestro lugar" es fan de esta banda no por mera melomanía, sino porque hay detrás de ella un soporte filosófico. Como lo sugiere en su lírica, las siglas B.A.M. suenan como un estruendo. Una onomatopeya del origen, el bam del principio de todo, el estallido del Big Bang, el primer latido, el ruido del universo diciendo “arrancamos”. No es casual que una banda del sur elija un nombre así: hay algo de génesis, de energía cruda, de esas cosas que no se piensan tanto y salen con el cuerpo. B.A.M. suena a creación, a impulso, a ese momento en que todo explota y de repente hay vida, hay sonido, hay quilombo del bueno.
El nombre completo, Bienvenidos al Mundo, no es un título careta ni un saludo de manual. Es una interpelación directa, casi un cachetazo con onda a los que esperan algo nuevo. No te invitan a un mundo distinto, te tiran el mundo en la cara para que lo escuchés, para que lo sientás. Te dicen: “tomá, esto somos, esto suena, esto vibra acá, en el sur, donde el viento te rompe las pelotas”. Es una provocación con groove, un “despertate” musical. No inventan otro planeta, amplifican este: con sus bajos, sus vientos, sus letras que te hacen pensar aunque no quieras.
Como decía Heidegger —sí, el alemán ese que filosofaba bien pulenta—, “estar en el mundo” no es solo existir, es habitarlo. Y estos pibes lo entienden perfecto: cada tema es una manera de plantarse frente al viento y decir “sí, loco, estamos acá, y mirá cómo suena esto”. Hay algo de resistencia y de ternura mezcladas, como si la música fuera una forma de bancarse la vida, de abrazar el frío y el ruido con una sonrisa medio rota.
Desde una mirada más existencialista, “Bienvenidos al Mundo” también tiene ese toque de absurdo que tiraba Camus en El mito de Sísifo. La bienvenida no es festejo, es un golpe de realidad. La vida a veces es empujar una piedra todos los días, pero estos flacos en lugar de quejarse, la hacen rodar con ritmo. Lo que proponen no es escapar del sinsentido, sino hacerlo bailar, hacerlo sonar bien fuerte, con vientos, guitarras y voces que parecen gritar “seguimos vivos”.
Asimismo hay algo de Hannah Arendt en la movida, esa idea de que cada vez que algo nace, el mundo arranca de nuevo. Bienvenidos al Mundo, en esa clave, es casi un manifiesto: cada vez que alguien los escucha, se enciende una chispa, nace algo nuevo. Cada acorde abre una puerta distinta, aunque sea por un ratito.
Y al final, el nombre es una declaración, directa y sin vueltas. No es un gesto humilde, es una invitación con actitud: “Bienvenidos al mundo que nosotros les mostramos, el que suena, el que vibra, el que se siente en la piel”. B.A.M. no te saluda, te despierta. Te dice “abrí los oídos, flaco, que el mundo está pasando y nosotros te lo estamos haciendo escuchar”. Porque cuando suenan, no hay escapatoria: el mundo vuelve a empezar desde el ruido, desde el viento, desde el bam.
Por @_fernandocabrera
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