Carolina Burnes y el misticismo electrónico de la música ancestral de la Patagonia
- Santa Cruz Nuestro Lugar
- 21 feb
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Cuando la oí por primera vez, recuerdo haber cerrado los ojos e imaginado que yo era Elal, el héroe de la mitología tehuelche, surcando el cielo sobre el lomo de un cisne gigante.

A lo lejos, entre la bruma de la noche patagónica, brillaba Teluj, el Lucero del Amanecer, hija del Sol y la Luna. Su luz vibraba en una frecuencia desconocida, una melodía que parecía venir de otro tiempo. No sabía si era un canto antiguo o el eco de un sintetizador envolviendo la inmensidad de la estepa.
"Este sonido está hecho para mí", me dije al volver a la realidad.
Era finales de 2018 y como maniático buscador de cosas nuevas en SoundCloud la encontré a ella: Carolina Burnes o Teluj como se hacía llamar. Su proyecto S.C.O.A (Para mi eterna creencia, las siglas de "Soñar con Ojos Abiertos") parecía la señal de que lo mío no era onírico ¡Teluj existía y era riogalleguense!
Burnes es una artista que ha sabido recorrer los senderos entre lo ancestral y lo electrónico con una maestría poco común. En su faceta más acústica, trabajó con Miguel Eurasquin, de Pastoral, en Las Brisas, una canción que evoca el susurro del viento entre los coirones de la Patagonia. Pero fue en el terreno de la electrónica donde su música me transportó nuevamente al sueño.
Su pieza Luz Cósmica, incluida en el compilado Índice Virgen de 2004, me recordó a la vibración del firmamento en la mitología tehuelche. Con texturas envolventes y paisajes sonoros etéreos, esta obra demuestra su capacidad para transformar lo intangible en sonido. Pero el hallazgo más impactante fue Teluj, su alter ego musical.
En este proyecto, Burnes encarna ese Lucero del Amanecer que me guió en el ensueño. En Cristal Azul, una colaboración con Sidirum, la copla tradicional se funde con capas electrónicas hipnóticas, como un rito chamánico reinterpretado en clave digital. Kadu Wallen (Primavera Verde) Aimé Painé es otro portal a la memoria sonora patagónica, un homenaje que devuelve la voz de los pueblos originarios al presente a través de nuevas texturas.
No sé si soy yo soñando su música o su música soñándome a mí. Lo cierto es que, al escucharla, la Patagonia se me hace un vórtice cuántico, donde el pasado y el futuro convergen en un mismo loop de agua tornadolada. La música de Carolina Burnes es definitivamente el eco de una capilla lisérgica.
Para quienes quieran seguir la ruta de Teluj, su música está disponible en SoundCloud. Pero tengan cuidado: puede que, al escucharla, despierten sintiéndose alguien más. Tal vez Elal. Tal vez el viento.
Por @fernandocabrera
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