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Foto del escritorFernando Cabrera

El riogalleguense que actuó con David Carradine

Es 15 de abril de 2024. Avanzo por la vereda de la calle Errázuriz, en Río Gallegos, con la determinación de quien sabe que está a punto de descubrir algo realmente extraordinario. La brisa otoñal juega con las hojas caídas, y el sol, aún cálido, se filtra entre los edificios, bañando la ciudad en una luz dorada. Fiel a mi estilo de buscar historias únicas, me dirijo a una dirección que promete ser el escenario de un encuentro inolvidable.

Así llego a un instituto de educación privada. Con un toque de curiosidad, presiono el timbre y, tras unos segundos, la puerta se abre. Ante mí se presenta un hombre moreno, de 72 años, de 1,87 cm de estatura, barbudo y calvo, que me recibe con una sonrisa amistosa.

 

"Bienvenido; aquí trabaja mi mujer", me dice.

 

Me invita a pasar a unas aulas desocupadas, donde, sin perder tiempo, despliega sobre un pupitre una serie de fotografías que capturan momentos de su juventud. Entre ellas, una imagen llama poderosamente mi atención: él, junto al mismísimo David Carradine, el protagonista de Kung-Fu, la aclamada serie de los '80.




 

Con el corazón latiendo fuerte por la emoción, anuncio que voy a comenzar a grabar la entrevista. Él acepta con gusto y toma asiento al otro lado de la mesa, observando cómo mi rostro se ilumina por el tesoro fotográfico que tengo ante mí. "Por favor, hábleme de su vida", le pido.

Así, José Luis Gómez, comienza a relatarme su historia tan fascinante como las imágenes que la preceden.

Sin proemios, me revela que nació en la provincia de Chaco en 1952, que tuvo una infancia muy dura, y que en su juventud comenzó a competir en artes marciales a nivel nacional, llegando a consagrarse  campeón argentino y luego campeón sudamericano de Kung Fú, en Brasil en 1980. Posteriormente, se asoció con una federación de Estados Unidos dirigida por Robert Trias, un entrenador que trabajó con el también legendario Bruce Lee.




 

Está destreza permitió que Gómez participara más tarde en la película argentina "Paraguas Asesinos", colaborando en la coreografía de las peleas. "Trabajé junto a actores como Julio De Gracia", asegura.

 

Además, relata su trabajo en otras producciones cinematográficas y su interacción con figuras como Carlos Monzón y Palito Ortega, destacando su desempeño con países como España y Estados Unidos en proyectos filmados en Buenos Aires en 1982, y me nombra a personalidades de la talla de Moria Casán y Jorge Porcel.

 

Así su relato arriba a lo que realmente me interesa: la convocatoria más importante de su vida y la preparación intensiva para las escenas de lucha, incluyendo tres meses de entrenamiento con un profesor de taekwondo para una importante filmación en los Estudios Aries de Argentina.



En tal sentido, rememora su experiencia como modelo para la ropa de un personaje interpretado por David Carradine. "En un principio yo estaba contento por el excelente vestuario que tendría para el rodaje, pero después la producción me dijo que la ropa sería para Carradine y que a mí, que por ese entonces era flaco y tenía su misma contextura, solo me estaban usando de modelo", confiesa entre risas.

 

También me especifica que "esta película en la que trabajé con él se titula "Kain, del planeta oscuro" (1983), un nombre que varía en la traducción al inglés. Gómez comenta anécdotas de la filmación, incluyendo una escena en la que un compañero resultó herido durante una pelea coreografiada y cómo él decidió no permitir que Carradine lo lastimara.

 

En este punto, Gómez hace mención de un cambio de roles en la película, donde pasó de ser un luchador a ser el custodio del personaje de Carradine. Y describe cómo su vestuario cambió para reflejar este nuevo papel, incluyendo el uso de máscaras.

 

Más adelante, describe a Carradine como una persona tímida que no se comunicaba mucho y que tenía un hábito matutino peculiar de beber whisky para comenzar el día. Gómez también menciona una invitación para ir a Estados Unidos a participar de peleas clandestinas bien pagas, cosa que no pudo aceptar debido a una lesión.

 

Además, relata cómo fue invitado a Río Gallegos para una exhibición. Su habilidad y carisma le ganaron la admiración del público, lo que lo llevó a considerar quedarse en esta localidad y enseñar artes marciales. Por esto mismo, cuenta sobre su trabajo en el Banco Central de Buenos Aires y su decisión de mudarse definitivamente a Gallegos en 1986, cosa que parecía prometedora para su futuro.




 

"En ese año, llegué a esta ciudad con la intención de caminar y conocer más. Lloré y me pregunté por qué había venido, qué había hecho. Pero seguí adelante y así, en 1986 y 1987, buscando algo, me encontré con Rudy Ulloa en la calle y le dije que necesitaba trabajo, que venía de Buenos Aires sin nada. Me preguntó qué sabía hacer y le respondí que era campeón de artes marciales, argentino y sudamericano. Quería estar aquí porque me gustaba el lugar".

 

"Hablá con el doctor (Néstor Kirchner)", me dijo, y así lo hice. Néstor, a su vez, me confesó que quería ser intendente de su pueblo. A partir de ahí, trabajamos incansablemente hasta llegar al municipio".

 

"Después de trabajar, enseñaba kung-fú gratuitamente en el gimnasio Rocha. Era mi pasión y la gente venía a verme entrenar. Llevé a mis alumnos a Buenos Aires a competencias y los convertí en campeones. Uno de ellos, Daniel Canales, llegó a ser campeón argentino utilizando la forma del "baile borracho", una técnica que le enseñé y lo ayudó a consagrarse", recuerda con nostalgia.

 

Y afirma estar "muy orgulloso de muchos jóvenes de aquí que, en principio, eran pandilleros en el barrio Newbery, pero los llevé al gimnasio y les enseñé que la lucha es un arte. Les dije que si querían pelear, lo haríamos de uno en uno. Al día siguiente, vinieron a entrenar y se convirtieron de pandilleros a alumnos. La disciplina que inculcamos era tal que muchos se unieron después a la escuela de policía y ahora son comisarios retirados También hay gente que hoy son doctores y jueces".

 

José Luis Gómez, tras una carrera distinguida y una jubilación bien merecida, reflexiona sobre su vida con gratitud y paz. A pesar de las sugerencias de mudarse al norte, él elige quedarse en su hogar, donde encuentra la serenidad que le ha transmitido su arte marcial.

 

Cuando apago el grabador y le doy las gracias, en un acto de cholulismo, le tiendo la mano para saludarlo. Como voraz lector que soy no puedo evitar recordar la teoría de "los seis grados de separación" propuesta 1929 por el escritor húngaro Frigyes Karinthy en un cuento llamado "Láncszemek" (Eslabones). En ella el autor propone que cualquier persona está conectada a cualquier otra del planeta, a través de una cadena de conocidos compuesta por cinco intermediarios (y que conecta a ambas personas con solo seis enlaces).

"Si mi vieja supiera que en este instante le estoy dando la mano a David Carradine", elucubro para mis adentros.



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