El silencioso campamento tehuelche en los márgenes de Río Gallegos
- Santa Cruz Nuestro Lugar
- 16 abr
- 2 Min. de lectura
Estos días estuve leyendo "Nuestros paisanos los indios", el libro de Carlos Martínez Sarasola. No es solo una obra de divulgación antropológica: es un espejo incómodo. Refleja cómo la historia argentina ha dejado a los pueblos originarios en un rincón, en los márgenes del relato oficial. Y leyendo esas páginas, recordé un dato que suele pasar desapercibido en nuestra memoria local: los tehuelches, esos “invisibles” del sur, solían venir a Río Gallegos una vez al año, a principios del siglo XX, cargados de cueros, plumas, quillangos. Venían a comerciar, a intercambiar, a sostenerse.

Río Gallegos, fundado el 19 de diciembre de 1885, era entonces un puñado de casas salpicadas por el viento. Los pocos tehuelches que quedaban en la zona bajaban al pueblo, pero no podían acampar dentro de él. Las autoridades municipales no lo permitían. Por eso, año tras año, se instalaban en los alrededores de la casa de Catalina Ness de Parisi —la india Parisi—, una mujer tehuelche que los recibía con hospitalidad. Su casa, hoy el Museo de los Pioneros, fue construida en 1900 y estaba alejada del centro urbano. Allí, al borde de lo permitido, montaban su campamento.
Catalina no solo les abría el espacio físico. Les abría una puerta simbólica en un pueblo que los ignoraba. Tenía buen trato con los suyos y allí, en ese espacio casi periférico, se tejía una escena que la historia oficial decidió no contar: la de un pueblo originario que aún insistía en estar presente, a pesar de todo.
En 1920, todavía se registraban estas visitas. Carretas, caballos, silencio. Pasaban unos días y se iban. Como si supieran que el tiempo los empujaba hacia el olvido. Hoy quedan apenas unas fotos, relatos dispersos y la certeza de que lo que sucedía en ese campamento no era solo una cuestión logística: era un gesto de resistencia cultural.
En su libro, Sarasola señala:
“Los pueblos indígenas no desaparecieron. Fueron forzados a volverse invisibles para encajar en una sociedad que no los reconocía. La Argentina se construyó sobre su exclusión, tanto territorial como simbólica.”
Este hecho local, mínimo en apariencia, habla en realidad de una problemática profunda: la marginación sistemática de los pueblos originarios, el racismo estructural disfrazado de civilización, la negación de una cultura viva. La escena del campamento tehuelche a las afueras de Gallegos no es solo postal de otro tiempo: es síntoma de un país que aún no termina de reconocerse en toda su diversidad. Un país que, como escribe Sarasola, aún tiene pendiente la tarea de integrar su verdadero rostro.
Por @_fernandocabrera
留言