La falta de ética periodística ante una nueva tragedia familiar en Río Gallegos
- Santa Cruz Nuestro Lugar
- 22 mar
- 3 Min. de lectura
El reciente crimen ocurrido en Río Gallegos, donde una joven perdió la vida en circunstancias estremecedoras, no solo ha causado conmoción en la comunidad, sino que también ha puesto de manifiesto una problemática recurrente en el periodismo local: la manera en que se abordan este tipo de tragedias. Lejos de cumplir con su función informativa de manera rigurosa y responsable, algunos medios han optado por destacar los aspectos más impactantes del hecho sin profundizar en sus causas ni en las falencias estructurales que lo rodean.

Cabe resaltar que esta columna de "Santa Cruz nuestro lugar" no pretende señalar con el dedo a colegas ni descalificar su trabajo, sino más bien propiciar la crítica, la autocrítica y asimismo invitar a una reflexión sobre cómo la prensa trata estos sucesos y por qué se relega el verdadero problema de fondo: la crisis en la salud mental y la ausencia de políticas estatales para atenderla.
Desde el primer momento, la cobertura periodística dejó en evidencia serias deficiencias en su enfoque. Expresiones como "habría sido apuñalada por su hermano" revelan una falta de confirmación oficial, lo que indica que la prisa por publicar primó sobre la necesidad de verificar. Esta urgencia por ser los primeros en difundir la noticia muchas veces lleva a divulgar información incompleta o imprecisa, sin considerar el impacto que puede generar en la sociedad y en las familias afectadas. No se trata solo de la velocidad con que se dan a conocer los hechos, sino de la responsabilidad con la que se construyen los relatos.
Más allá de la inmediatez, el tono empleado en la redacción refuerza una tendencia preocupante: el sensacionalismo. En lugar de ofrecer un análisis profundo sobre el contexto que pudo haber desencadenado este desenlace, se privilegia la descripción cruda de los hechos, generando una cobertura que roza el amarillismo. Se omiten preguntas esenciales sobre la realidad de los protagonistas, los factores que pudieron incidir en el desenlace y la responsabilidad de distintos actores en la prevención de episodios de esta naturaleza. Así, la noticia se convierte en una narración superficial que alimenta el morbo en lugar de contribuir a la comprensión de la problemática.
Otro aspecto preocupante es la exposición de las personas involucradas. En situaciones como esta, la protección de la identidad y la privacidad de las víctimas debería ser una prioridad. No solo por respeto a quienes atraviesan una pérdida irreparable, sino también porque difundir información innecesaria puede agravar su sufrimiento y generar estigmatización. La ética periodística exige prudencia al tratar temas sensibles, algo que en este caso ha sido ignorado en pos de captar la atención del público con detalles innecesarios.
Sin embargo, no es solo la prensa la que ha fallado en este escenario. El verdadero trasfondo de esta tragedia radica en el abandono del Estado en materia de salud mental. En Santa Cruz, el acceso a atención psicológica y psiquiátrica sigue siendo insuficiente, con escasos recursos y una falta de políticas públicas que aborden la problemática de manera integral. Casos como este no pueden analizarse solo desde la óptica del crimen; requieren una mirada más amplia que considere las condiciones que lo precedieron y la responsabilidad de los organismos que deberían haber actuado antes de que fuera demasiado tarde.
El problema no es nuevo, pero sigue sin recibir la atención que merece. Mientras los medios se enfocan en el impacto inmediato y las autoridades continúan sin tomar medidas concretas, la sociedad se acostumbra a estos hechos como si fueran inevitables. Sin un cambio en la manera en que se informa y en la forma en que el Estado responde a estas problemáticas, la historia seguirá repitiéndose. El periodismo tiene la capacidad de visibilizar estas falencias y exigir respuestas, pero para ello debe dejar de lado el tratamiento superficial y asumir su rol con el compromiso que la realidad demanda.
Por @_fernandocabrera
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