LADO B: Criar en soledad
- Santa Cruz Nuestro Lugar

- 3 oct
- 3 Min. de lectura
El título de hoy puede sonar un poco bajón, y no voy a decir que no lo sea. Todo depende de quién lo lea y de su propia realidad con respecto al tema: podés criar estando literalmente en soledad, o podés criar en soledad incluso estando acompañada.

¿Cuál fue mi realidad? No hubo una sola. Cada hijo trae consigo una maternidad distinta. Pero, continuando con el tema de la columna anterior, quiero empezar a hablar de mi primera vez siendo mamá, cuando todavía no había salido de la adolescencia.
La semana pasada di un spoiler: conté que atravesé un embarazo sin tanta contención ni participación de las personas relevantes en mi vida. Eso no cambió con el nacimiento de la bebé. No es que físicamente no hubiera nadie cerca, sino que los sentimientos y la empatía se volvieron inexistentes. Y de verdad lo entiendo: nadie estaba preparado para esa nueva realidad. Aunque, claro, yo los necesité y mucho.
Me tocó ser mamá y criar bajo la ausencia del afecto de mis familiares, sumado al desentendimiento del papá de la bebé. Sin más opciones que aceptar estos hechos, comenzó la crianza en soledad: la creación de un mundo solo para mí y mi hija.
Volver a casa después de una cesárea de urgencia y atravesar el postparto 24/7 con tu bebé es una experiencia que te parte en dos. Tenés que recuperarte lo antes posible —física y mentalmente— para ser una madre funcional, porque en definitiva esa bebé depende únicamente de vos.
Es duro, porque ambas tenemos que adaptarnos a esta vida; porque nunca antes había sentido dolores tan intensos; porque mi tiempo dejó de ser mío; porque hasta lo más básico, como bañarme, se volvió algo casi imposible.
Los dolores del cuerpo se fueron yendo, lo cual ayudó un poco. Pero la angustia y la tristeza aumentaban.
—Es el primer bebé que tengo cerca y ¡es mío! ¿Lo estaré haciendo bien? Esta bebé se merece lo mejor de la vida. ¿Podré dárselo? ¿Y si no puedo sola? Porque la verdad es que me está costando mucho.
Había leído sobre depresión postparto. Yo tenía insomnio, angustia constante y mucha ansiedad. Pero no tenía problemas para vincularme con mi bebé: no quería despegarme de ella, era lo más lindo de mi vida. Tenía miedo, culpa y una tristeza que no se iba con nada. Sin embargo, mi hija estaba creciendo re bien: estaba bien alimentada, siempre limpia y bien vestida, sana –el pediatra la veía perfecta en cada control—. Eso me dio un poco de alivio: al menos estaba cumpliendo con lo esencial.
Y así es como se inicia este el LADO B: empezás por ya no llorar tan seguido por ese chabón que tuvo la fortuna de tener a la nena más linda y buena de todas, pero eligió no ser parte. Estar “sola” duele cada día menos. Dejás de verlo como algo terrible y empezás a notar que fuiste capaz de armar rutinas para dormir, comer, bañarte y salir con tu bebé.
Porque, aunque suene egoísta, no la tenés que compartir nunca. Todo el tiempo sabés que está bien porque está con vos. Porque no te estás perdiendo ni un minuto de su crecimiento. Y porque, en el fondo, no te pesa hacerlo.
Después de todas esas lágrimas, noches sin dormir y pensamientos grises, llega la certeza: estás criando en soledad, sí. Pero en realidad, ya nunca más vas a estar sola.
Por Popi Mala Onda




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