En el mundo de la hiperconexión, en donde la información fluye sin cesar por todos lados y los libros siguen siendo una fuente indiscutible de conocimiento, es fácil caer en la trampa de la lectura excesiva.

Arthur Schopenhauer, un filósofo alemán del siglo XIX, advirtió sobre los peligros de este hábito. Según él, leer demasiado puede llevarnos a depender de los pensamientos de otros y, más si al finalizar nuestras lecturas, no nos sumergimos en actividades pasivas que no estimulen nuestra capacidad crítica.
Schopenhauer argumentaba que el verdadero valor de la lectura radica en la reflexión y el análisis posterior. Es decir, después de leer, debemos dedicar tiempo a procesar y discutir lo que hemos leído. Esto nos permite desarrollar nuestras habilidades de pensamiento y evitar convertirnos en "eruditos pelotudos", aquellos que poseen conocimientos pero carecen de la capacidad para pensar críticamente.
La clave está en encontrar un equilibrio entre la absorción de información y la reflexión personal. Schopenhauer sugería que durante las tareas cotidianas automáticas, como limpiar la casa, tomar mate, o caminar por la ría, debemos permitir que nuestro pensamiento fluya libremente. Esto no es un pretexto para descuidar la lectura, sino una invitación a complementarla con momentos de introspección y creatividad.
Así, la lectura es una herramienta poderosa para el crecimiento intelectual, pero solo si se utiliza correctamente. No basta con acumular conocimientos; es necesario aplicarlos y reflexionar sobre ellos para enriquecer nuestra percepción del mundo y nuestra capacidad de pensamiento independiente.
Antes que los libros está la vida, y no al revés. Leer es un acto valioso, pero no debe convertirse en un refugio que nos aísle de la experiencia directa del mundo. Muchas personas cultivan una vasta erudición, pero tienen serias carencias en habilidades sociales, afectivas o prácticas. No basta con acumular páginas leídas si esto nos convierte en meros espectadores de la realidad. Conversar, salir, equivocarse, garchar, frustrarse y aprender de la vida misma son tan esenciales como la lectura. Porque al final, los libros son un reflejo de la existencia, no un sustituto de ella.
Por @_fernandocabrera
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