“Anoche volvía a casa y una parrillita al paso detuvo mi marcha. Me acodé en la endeble barra de madera que daba a la calle y pedí un choripán”, el fragmento imperdible de Eduardo Longoni en “Duermevela”.
“Era un espectáculo para la vista ver al parrillero y sus malabares entre tiras de asado, bondiolas, chorizos y pechugas de pollo. Una larga hilera de piezas asándose lentamente.
Más allá se adivinaba un pequeño cuarto de cocina que no paraba de sacar fuentes de papas fritas y ensaladas. Y en el mostrador, el que debía ser el encargado, manejando la orquesta de pedidos telefónicos que se amontonaban en bolsas con direcciones que un par de motociclistas se encargarían de repartir.
Mi choripán se demoraba. Al mismo tiempo que se acercó a la barra un hombre de unos cuarenta y pico. -Qué hacés genio? Le dijo el encargado.
-Aquí, tirando, le contestó en tono resignado el hombre. -Puede ser lo de siempre?, preguntó. Y salió la voz del encargado hacia el parrillero, -Marcháme medio choripán.
-Yo trabajaba en una de estas parrillitas, me dijo el hombre, sin mirarme, con los ojos clavados en la carne que se iba asando. Y siguió, -Aquel boliche cerró, yo estaba en negro así que de la noche a la mañana me quedé en la calle.
-Me gusta venir acá antes de subir a la pensión, me regalan medio choripán, pero lo que más me gusta es ver a la gente trabajar. -Al parrillero, que está atento a cada corte, a las brasas, a que no se le pase ni un cachito la entraña. -Al mozo que no anota nada y no se olvida de ningún pedido.
-Vio al encargado?, ese sí que es un genio, un bocho, tiene todo el negocio aquí, me dijo tocándose la sien derecha.
-Y porqué le gusta ver todo este movimiento, alcancé a preguntarle mientras le envolvían su medio choripán? -Es que por un momento me olvido que no tengo trabajo, me siento como si tuviera mi lugar, como si ellos fueran mis compañeros de laburo, contestó. -Buenas noches me dijo, y se fue.
Foto: Eduardo Longoni
(Duermevela editado por ArtexArte)
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