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Orgullo santacruceño en clave de viola

  • Foto del escritor: Santa Cruz Nuestro Lugar
    Santa Cruz Nuestro Lugar
  • 24 jun
  • 2 Min. de lectura

En un rincón de El Calafate, un pibe de 17 años viene haciendo historia con su viola a cuestas. Ramiro Arce, estudiante de la Escuela Provincial de Música Re Si, es de esos que eligen un camino lleno de notas, ensayo y pasión a contramano de la comodidad. A fuerza de sacrificio y oído afinado, este gurí sureño acaba de ganarse un lugar en la Academia Argentina de Viola de la Fundación SOIJAr, una oportunidad que promete abrirle las puertas grandes de la música clásica.

Ramiro arrancó en 2017 con la Orquesta Juvenil Calafate, ese semillero que florece al pie del glaciar. Ensayos interminables con los dedos entumecidos por el frío, viajes en cole hasta Río Gallegos para tocar en festivales, y horas de estudio que cualquier otro dedicaría a maratonear series. Pero él, terco como viento patagónico, apostó a la viola: un instrumento que parece tímido, pero que en sus manos suena a abrazo.


Ese esfuerzo acaba de rendir frutos gordos: la Fundación SOIJAr lo becó para ingresar a la Academia Argentina de Viola. No es poca cosa: allí lo espera la mismísima Kristine Bar, primera viola de la Filarmónica del Teatro Colón. Imaginate al pibe santacruceño, cruzando el foyer del Colón para tomar clases en salas donde retumba la historia del tango, el folklore y la música clásica.


Quienes lo conocen cuentan que Ramiro se levantaba antes del amanecer para estudiar escalas mientras el resto de la familia seguía planchado. Después, a la escuela secundaria, y por la tarde a Re Si, donde los profes se la pasaron cazándolo para que no se olvide de respirar mientras tocaba pasajes de Bartók. El fin de semana, ensayo con la orquesta: viajes, bolsos llenos de atriles y la viola viajando en asiento preferencial —porque un instrumento querido no va a la bodega.


La beca cubre alojamiento en Buenos Aires y clases magistrales con capos del palo sinfónico. También incluye participar en conciertos didácticos por colegios porteños, algo que a Ramiro lo tiene fascinado: «Quiero mostrar que desde el sur se puede soñar grande», dice. En su equipaje lleva partituras, y la promesa de volver a Santa Cruz convertido en profe para inspirar a nuevas camadas.


Mientras tanto, mensajes de apoyo que le llegan por WhatsApp, Ramiro confiesa que uno de sus anhelos es tocar alguna vez el Concierto para Viola de Walton con la Orquesta Juvenil Calafate, pero esta vez él de solista y la gente del pueblo llenando el gimnasio municipal, coreando como si fuera cancha.


Como sea, la historia de Ramiro Arce nos muestra una vez más que los sueños —cuando se afinan con paciencia— suenan fuerte y clarito. Desde aquí, toda la barra santacruceña le grita ¡aguante, Ramiro! Que su viola siga vibrando, llevando un pedazo de nuestras heladas pero orgullosas tierras a cada escenario que pise. Porque si algo nos define es el empuje patagónico.

Por @_fernandocabrera

 
 
 

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