PAMI Santa Cruz: Jairo se cag* en las patas y se encerró en su oficina a ver la protesta
- Santa Cruz Nuestro Lugar

- 28 jul
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A la mañana temprano, antes de que el frente sindical le cayera con bombos y furia a las puertas del PAMI, el titular local Jairo Guzmán —sí, el mismo que arrastra causas por corrupción y pasea por Santa Cruz con viáticos que pagamos todos— agarró el celu y llamó a un reconocido medio local. Quería una nota espontánea, justo ahí, en la puerta de su oficina, como quien se encuentra con un micrófono por casualidad.

En el streaming se lo vio salir con paso contenido, peinadito fade recién pulido, look de elegante sport libertario by McWen’s, y esa cara de “por favor que no me salten encima”. Miraba pa’ todos lados, no fuera cosa que algún laburante le arruinara el acting con una puteada o algo más directo.
Testigos del propio edificio contaron que apenas terminó la función, Jairo se mandó de nuevo a la oficina, cerró la puerta con traba y se quedó mirando el desmadre gremial desde la ventana, con gesto de estatua. La foto lo muestra claro: él mirando desde adentro, bien lejos del barro, mientras afuera el pueblo hacía ruido.
Y lo mejor: su declaración, un licuado de Milei rebajado con agua del grifo. Dijo —y lo dijo sin que se le cayera la cara—:
“Es increíble cómo algunos tienen tanto tiempo para hacer este tipo de cosas” —dijo el que se armó un show mañanero con streaming—.
“Por eso la sociedad está cansada de que esta gente use nuestros impuestos para beneficios personales” —agregó, sin pestañar, el mismo que no rinde ni una resma—.
“Cada uno debería estar trabajando” —mientras él estaba haciendo un TikTok disfrazado de entrevista—.
Siguió con teorías de pasillo:
“Hablé con el jefe de Vialidad Nacional. Me dijo que muchos de los que protestan hoy también están boicoteando allá: rompen maquinaria, hacen desmanes, sabotean el funcionamiento…” —y uno espera que al menos le haya pasado pruebas, pero no—.
“Lo que no entienden es que con estas acciones terminan mostrando que no están a la altura” —afirmó, desde la altura exacta de su ventana doble vidrio—.
“No todos, hay gente que trabaja bien…” —tiró, como para que no lo crucifiquen del todo—“…pero muchos otros no dan respuesta. El Gobierno nacional tiene razón: estas personas no están cumpliendo con lo que la sociedad paga” —dijo, sin ponerse colorado, el señor que vive del Estado mientras lo llama parasitario—.
Cuando le preguntaron por Jacqueline Bórquez, referente gremial en Vialidad, sacó el hacha:
“¿Bórquez? Creo que es la esposa de alguien condenado por corrupción en obras viales. Si es así, no tiene autoridad moral para opinar” —como si él viniera de una cuna de transparencia—. “Ella y los suyos nos robaron el futuro. Las rutas que no tenemos en Santa Cruz son culpa de ellos” —tiró, sin mencionar que él no pavimentó ni una cuadra ni defendió un solo servicio—.
Y cerró reafirmando su desprecio absoluto a la clase trabajadora organizada:
“Sí, lo sostengo. Los sindicatos son un cáncer. Son parásitos del Estado. Les pagamos el sueldo y boicotean al mismo Estado” —dijo, mientras cobra el suyo con toda tranquilidad—.
“Viven de nosotros, del esfuerzo de todos. El gobierno viene a cuidar los recursos y a terminar con esta lógica parasitaria” —terminó, mientras miraba por la ventana el ruido que no puede ni quiere entender—.
Así arrancó su mañana Jairo: con un móvil armado, frases de coach liberal y una ventana bien cerrada. Afuera, la calle ardía de reclamos; adentro, solo quedaba el eco de su propio show.
Por @_fernandocabrera




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