En la madrugada del 18 de marzo de 1957, la penitenciaría de Río Gallegos fue testigo de una fuga sin precedentes. Seis presos políticos, entre ellos Héctor José Cámpora, Jorge Antonio, Guillermo Patricio Kelly, John William Cooke, José Espejo y Pedro Gomis, lograron evadir la vigilancia y huir hacia la libertad, cruzando la frontera hacia Chile. A la espera fuera del penal, María Georgina Cecilia 'Nené' Acevedo, esposa de Cámpora, con un Ford preparado para correr a toda velocidad hasta Chile, marcó el inicio de una travesía hacia la esperanza.
Este evento no solo fue un hito en la resistencia peronista sino que también dejó una huella indeleble en la historia riogalleguense y argentina. Sin embargo, el edificio que fue escenario de tal hazaña no ha sido declarado aún patrimonio cultural e histórico, una omisión que desaira la memoria colectiva de un país que aún busca reconciliarse con su pasado.
El penal de Río Gallegos es un símbolo de lucha y perseverancia. La fuga, meticulosamente planeada, involucró engaños, sobornos y una audacia extraordinaria, culminando en un escape que parecía sacado de una película. La falta de reconocimiento del penal como patrimonio cultural refleja las tensiones aún presentes en la sociedad argentina y es un recordatorio de que la historia es a menudo escrita por aquellos que relegan eventos significativos.
Reivindicar este edificio como patrimonio cultural e histórico es un acto de justicia hacia aquellos que lucharon por sus ideales y una oportunidad para educar a las futuras generaciones sobre nuestra historia. Es una invitación a reflexionar sobre los valores que como sociedad queremos preservar y transmitir.
La proeza de la fuga de Cámpora y sus compañeros es un espejo en el que podemos mirarnos para entender mejor nuestro presente y construir un futuro más inclusivo y consciente de nuestro pasado. Es hora de que el penal de Río Gallegos reciba el reconocimiento que merece, no solo como un edificio, sino como un faro de memoria histórica que nos guía hacia un horizonte de mayor justicia y verdad.
Siempre que paso frente a la U XV de noche, imagino ecos bajo la penumbra de una celda, el susurro de la conspiración mezclándose con el chirrido de las cadenas. Imagino a Cámpora y sus compañeros, cautivos por sus ideales, dispuestos a ejecutar un plan tan audaz como desesperado. Los imagino sabiendo que la fuga es su única esperanza, y cada detalle debe ser perfecto.
La estrategia es simple pero arriesgada: aprovechar la guardia nocturna, la más vulnerable, para ejecutar el escape. Sobornos discretos a los carceleros correctos aseguran el silencio cómplice, mientras que falsas rutinas diarias ocultan los preparativos. La fría noche del 18 de marzo, los insurrectos cortan los barrotes y se deslizan como sombras hacia la libertad.
Siempre que paso frente a la U XV de noche, imagino este acto de pura valentía ideológica forjándose en Río Gallegos, como otro capítulo inolvidable en la historia de la resistencia peronista.
Por Fernando Cabrera.
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