¿Por qué los pibes prefieren el ChatGPT antes que un psicólogo?
- Santa Cruz Nuestro Lugar
- 28 mar
- 2 Min. de lectura
El fin de semana pasado, una amiga me invitó a merendar a su casa. Con mates, facturas y charla de rutina, todo marchaba dentro de lo esperable hasta que su hijo entró a la cocina, nos saludó y, con toda la seguridad del mundo, largó:

—Ma, dejo la terapia. Mucho mejor es ChatGPT.
No terminé de tragar un sorbo cuando se desató la tormenta. Mi amiga, con la mirada afilada, se le plantó:
—¿Cómo que mejor? ¿Qué decís, pendejo?
El pibe, envalentonado, arrancó con su argumentación: que la IA está siempre disponible, que responde sin juzgar, que no te clava silencio incómodo ni preguntas difíciles. Ella, indignada, le retrucó con la importancia de la terapia real, el acompañamiento profesional, el proceso necesario para mejorar de verdad. Y yo, en el medio, sintiéndome como en la final de Wimbledon, con la cabeza yendo de un lado al otro.
Después de varios minutos de ida y vuelta, el pibe se fue caliente, pegando un portazo. Mi amiga suspiró y, como si acabara de caer en una revelación, me dijo:
—¿Sabés qué? Mejor. Porque con lo que cuesta ahora cada sesión y la caja que no te cubre una chucha…
Después, de regreso a casa, pensaba en que ambos algo de razón tenían, no por sensatos, sino por ser víctimas de un sistema de salud deficiente. Ya que en Río Gallegos ir al psicólogo no es barato. Si bien hay opciones en la salud pública, conseguir un turno puede llevar tiempo. En el sector privado, las sesiones arrancan en 10.000 pesos y pueden superar los 25.000, un presupuesto que muchos jóvenes no pueden ni soñar con pagar.
Pero el problema es que no todo se soluciona con respuestas automáticas. La salud mental es un laburo de fondo, y un bot, por más avanzado que sea, no puede reemplazar el acompañamiento real de un profesional.
Más que criticar a los pibes por hablar con un chatbot, habría que preguntarse por qué prefieren hacerlo. La falta de acceso a la salud mental en nuestra provincia, el estigma que todavía pesa sobre la terapia y la necesidad de respuestas inmediatas están empujando a muchos a elegir la opción más fácil.
El desafío no es prohibir el uso de la IA para hablar de emociones, sino lograr que, cuando alguien realmente la esté pasando mal, pueda encontrar un profesional accesible y con quien se sienta cómodo. Porque, al fin de cuentas, ChatGPT puede ser una ayuda momentánea, pero no tiene ni la empatía ni las herramientas para bancar a alguien en serio.
Por @_fernandocabrera
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