¿Por qué nos enganchamos con gente que ya tiene pareja?
- Santa Cruz Nuestro Lugar
- 6 may
- 2 Min. de lectura
En el berenjenal de las relaciones humanas, hay una situación que se repite más de lo que se admite: enamorarse de alguien que ya está en pareja. No es solo mala leche o azar. Detrás de eso, muchas veces, hay historia, hay mambo emocional, y bastante de lo que arrastramos desde pibes.

La psicología lo llama “Síndrome de Fortunata”, en referencia a Fortunata y Jacinta, una novela del escritor español Benito Pérez Galdós. Fortunata es la amante eterna, la que se ilusiona con que algún día él deje a su esposa para estar con ella, mientras el tiempo pasa y la historia se repite. Básicamente, es meterse en una relación donde ya sabés que tenés las de perder, pero igual te quedás, esperando que un día todo cambie. Spoiler: rara vez cambia.
Lo que pasa es que muchos de estos vínculos vienen con carga emocional desde la infancia. Si tuviste viejos medio ausentes, o te hacían sentir que tenías que ganarte el cariño, es probable que de grande termines enganchándote con gente que también te hace sentir eso: que tenés que remar en dulce de leche para que te den bola.
Y ni hablar de la autoestima. Cuando uno no se siente lo suficientemente bueno o valioso, se conforma con las sobras. Total, “algo es algo”, ¿no? Pero vivir de migajas no es amor, es autoengaño.
Hay quienes sienten que, siendo “el otro” o “la otra”, tienen cierta ventaja: “Conmigo se siente libre”, “yo lo escucho de verdad”, dicen. Pero eso es puro verso que uno se cuenta para no ver la realidad: el que maneja la batuta es el que está en pareja, y el resto está a la espera. Siempre.
Y ojo, que muchas veces hay una competencia encubierta. Como si enamorarse de alguien que ya está con otra persona fuera un desafío, una batalla que hay que ganar. Es un juego medio enfermo, pero muy común, sobre todo si de chicos tuvimos que pelear por la atención de mamá o papá.
"¿Y ahora, qué onda con esto", se preguntará el lector promedio de Santa Cruz Nuestro Lugar. Bueno, primero hay que hacerse cargo. Preguntarse por qué uno se mete siempre en este tipo de líos. ¿Qué parte de uno mismo está buscando amor en lugares imposibles? Ahí está la clave.
La posta es que, si podés, metele terapia. Hablar de estas cosas con alguien que sepa ayuda una bocha. Y no, no estás loco ni loca. Simplemente sos humano, y te puede pasar.
Porque en el fondo, todos queremos lo mismo: un amor de verdad, sin escondidas, sin bancarse ser siempre plato de segunda. Algo que se parezca más a la ternura que al drama.
Por @_fernandocabrera
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