top of page

Sobre la ansiedad social que genera la rosca política

  • Foto del escritor: Santa Cruz Nuestro Lugar
    Santa Cruz Nuestro Lugar
  • 3 oct
  • 2 Min. de lectura

Mi viejo, cada vez que las cosas estaban como el culo para la familia o para la sociedad toda —que con su voto había arrastrado a un modelo económico como el de hoy—, se calzaba la campera y salía a caminar. En mi niñez y también en mi adolescencia muchas veces me llevaba con él. Y siempre me repetía lo mismo: “Nunca te olvidés de que sos un caminante”, y lo murmuraba como una letanía, “quedarse quieto es morir”.

ree

Hoy, como si fuera una continuidad de aquellas caminatas, salí yo a dar una vuelta por las calles de mi amado Barrio Belgrano. En la pared del Hiper Tehuelche me topé con un grafitti que me partió: “Violencia es el precio de la comida”. Seguí andando y en la esquina de la misma cuadra  las paredes no me dieron respiro: otro grafitti que decía “Nadie te representa”. Y me quedé clavado en esa frase, como si me la hubieran escrito en la frente.


La ansiedad no es solo un mambo personal de cada uno, no es solo la cabeza que corre más rápido que el cuerpo, es también un fenómeno social. Cuando todo está atado con alambre, cuando la guita no alcanza, cuando no hay horizonte claro, la ansiedad colectiva se multiplica. Es como una peste invisible que se mete en cada casa, en cada mesa vacía, en cada recibo de sueldo que se evapora antes de llegar al bolsillo.


Y ahí es cuando la responsabilidad política se vuelve imposible de gambetear. La gestión de Vidal y Leguizamón en Santa Cruz es un ejemplo clarísimo de cómo se genera ansiedad social. En salud, con hospitales desbordados y profesionales que se van porque no tienen condiciones para laburar; en educación, con aulas hecha pedazos y docentes mal pagados; en obra pública, con promesas que quedan en el aire y barrios enteros esperando cloacas, asfalto o un techo comunitario que nunca llega. Todo eso te perfora la paciencia, te genera la sensación de que el futuro es humo.


Y esa ansiedad social la alimenta, la fogonea, la rosca política. Porque mientras la gente hace malabares para llegar a fin de mes, los que manejan el poder se entretienen en internas de aparato, en medir encuestas, en ver cómo se reparten los pedazos de un país que ellos mismos quebraron. No hay proyecto de futuro, no hay palabra firme, solo especulación. Y lo que genera eso es incertidumbre, bronca y un temblor permanente que se traduce en ansiedad.


Caminar me salva, como le salvaba a mi viejo. Pero sé que no alcanza con caminar: el ruido de la rosca me acompaña en cada paso, recordándome que la política dejó de ser un lugar de soluciones para transformarse en un ring donde se pelean por cargos mientras la sociedad entera se carcome por dentro.

Por @_fernandocabrera

 
 
 

Comentarios


bottom of page