Aggromance + Topaia: la fórmula de la sinestesia patagónica
- Santa Cruz Nuestro Lugar

- 22 may
- 2 Min. de lectura
Hace una semana venía caminando tranquilo por la calle Misiones, medio en modo automático, con los auris puestos. Ya doblando en la esquina con Belgrano, ahí nomás en los monoblocks, levanto la vista y me la encuentro.

Topaia. Solita, arriba de una escalera, encamperada y con capucha, metiéndole los últimos pincelazos a un mural que ya de lejos te dejaba descolocado. Me saqué un auricular para no sentirme tan colgado, pero el otro lo dejé: venía escuchando "Ruta azul" de Aggromance, ese DJ de Pico Truncado que no sé cómo hace para sonar tan crudo, tan de acá, tan de otro planeta al mismo tiempo.
Y en ese momento pasó algo. Como que la música y la imagen se me mezclaron en la cabeza. La figura central del mural —una mina azul tocando la flauta, con flores por todos lados y un aura medio mágica— empezó a moverse, o eso sentí yo. Después me enteré por redes que la obra se llama "La flautista".
El mural tiene una paleta que te deja de cara: azules eléctricos, violetas, rosas, amarillos… Todo bien flashero, bien expresivo, bien lejos del realismo. No es que pinta para que quede lindo: pinta para que vibre. Hay algo del fauvismo ahí, y también del arte pop, del cómic, de esas formas que no te piden permiso para estar. La flautista te mira fijo y parece que va a empezar a sonar, como si la música también saliera de la pared.
Y "Ruta azul", ese tema, esa atmósfera de Aggromance, calzaba justo. Porque lo que hace ese loco no es música para bailar tranqui: es un viaje. Mete ritmos rotos, latinos, cyberpunk, queer, todo mezclado en una cosa que te mueve el piso. No te deja cómodo, y eso está buenísimo. Como Topaia, que no te pinta la Patagonia de postal, sino la que duele, la que late, la que resiste.
Los dos, desde lugares distintos, hacen lo mismo: se plantan. Y eso me pegó fuerte. Porque justo ahí, en esa esquina donde nadie espera nada, se armó una escena. Una sinestesia. Un fogonazo de sentido. Y me quedé ahí, colgado, un buen rato, viendo cómo la flautista se disolvía en los graves de Aggromance.
"Turbera", su disco alojado en Spotify, es como un ritual postapocalíptico. La flautista, un rezo pagano a todo color. Él te hace bailar sobre escombros. Ella te invita a florecer entre adoquines. Y los dos, sin conocerse (¿o sí?), terminan conectando en una coordenada precisa frente a mis ojos.
Cuando me fui, ya sin los auris, con la cabeza hecha un matete hermoso, me salió una pregunta medio boluda pero honesta: ¿Se conocerán? ¿Topaia y Aggromance se habrán cruzado en alguna rave, en alguna feria, en algún pub?
Tal vez no, pensé. Pero sus auras sí. Y que eso pase, en una esquina de Río Gallegos, sin anuncio previo ni sponsor, es una de esas pequeñas magias que solo se dan en esta Patagonia salvaje.
Por @fernandocabrera




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