Agustina Ocampo: la riogalleguense que canta Jazz en el asteroide B-612
- Santa Cruz Nuestro Lugar
- 30 mar
- 3 Min. de lectura
Mis amigos suelen preguntarme qué música es la que voy escuchando cuando me ven atravesar Río Gallegos en bicicleta, con los auriculares puestos y el viento pegándome en la jeta. Siempre respondo lo mismo: “De todo”.

Aunque, en realidad, lo que últimamente me acompaña más que nada es "Orchard", el disco de Agustina Ocampo alojado en Spotify. Esa respuesta, aparentemente sencilla, esconde una conexión profunda con una música que no solo suena, sino que me envuelve de manera única. Y más que nada, me transporta a esos momentos en los que las palabras sobran, y la música me habla directamente a través de sus melodías, sus silencios y sus texturas.
El primer tema del disco, "Y entonces, ¿quién tiene razón?" es un interrogante sonoro, una especie de llamada a la reflexión. La pieza comienza con una base dinámica y un ritmo marcado, mientras la voz de Agustina se funde con los demás instrumentos de manera rítmica, generando una danza entre las frecuencias. La canción transmite esa búsqueda constante de respuestas, que parece que nunca llegan, pero en el fondo hay algo reconfortante en esa incertidumbre.
Con "Interface", la música da un giro hacia un ambiente más suave, pero no por eso menos poderoso. La atmósfera se construye lentamente, como si la pieza fuera un río que avanza de manera tranquila pero firme. Aquí, la voz de Agustina se convierte en un instrumento más, tan etérea que parece mezclarse con las cuerdas y los teclados, lo que crea una sensación de inmersión. La canción es como el comienzo de un viaje: lo importante no es el destino, sino cómo se experimenta el trayecto.
“A Tom” es un tema que irradia una serenidad única. La calma parece dominar la composición, con una voz que se disuelve suavemente en las texturas instrumentales. Es una especie de suspiro final después de un largo camino. La composición se desvanece de manera sutil, dando lugar a una sensación de cierre, de paz. La voz de Agustina se convierte en un eco de emoción, resonando de una manera profunda pero nunca invasiva.
"El aura intacta" nos invita a un paisaje sonoro vasto, donde las notas se despliegan lentamente, casi como si el tiempo mismo se detuviera. La canción, de casi siete minutos, crea un espacio introspectivo y expansivo. La voz de Agustina genera una calidez trascendental. Es como si cada susurro se quedara flotando en el aire mucho después de que la canción haya terminado. La pieza refleja lo que permanece cuando todo lo demás se disuelve, algo intocable y eterno, el aura misma de la música.
"Brooklyn 53" tiene una energía más animada, como un suspiro de aire fresco que se levanta y te empuja a seguir adelante. La pieza se siente como un pulso que no se detiene, con una mezcla de influencias que evocan la imagen de una ciudad bulliciosa. La voz de Agustina aquí es más clara, más decidida, pero mantiene ese toque introspectivo que la caracteriza. Este tema parece capturar el espíritu de la ciudad, ese ir y venir constante, una especie de fluir urbano donde la música se convierte en el reflejo de la vida misma.
Con "Salt of the earth", el disco cierra con una canción que tiene un peso denso, casi terrenal. La melodía es sólida, como una base firme sobre la que se construye la música. La voz de Agustina se hace escuchar con claridad, sin perder nunca su sutileza. Este tema tiene una conexión profunda con la raíz, con lo que está bajo la superficie, y eso resuena de manera poderosa en cada nota. La canción es como caminar con los pies firmes sobre la tierra, una sensación de estar completamente anclado al presente.
"Orchard" no solo cuenta con una estructura, sino que invita a un estado de escucha activa, en el que cada resonancia, cada nota suspendida en el aire, se convierte en parte de un ecosistema sonoro que no necesita de palabras para ser comprendido. Así, está cantante riogalleguense logra, con una sutileza impresionante, que su voz deje de ser solo un flujo de letras y se transforme en una extensión de la música misma para acompañar mi pedaleo por las calles de Río Gallegos.
Si me preguntan qué siento al escuchar el jazz de Agustina Ocampo, sería difícil ponerlo en palabras. En primera instancia, diría que me emociona tanto o más que Laura Nyro cantando "Desiree", pero si me presionan un poco más seguramente argumentaría que la dulzura en su voz es la de la rosa solitaria del asteroide B-612, que canta para ella misma en la inmensidad del espacio, solo después de que "El principito" se ha ido.
Por @_fernandocabrera
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