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Desde su cargo político, Jairo Guzmán críticó a la políticos

  • Foto del escritor: Santa Cruz Nuestro Lugar
    Santa Cruz Nuestro Lugar
  • 19 jul
  • 3 Min. de lectura

¿Te imaginás una Santa Cruz sin Estado? Sin impuestos, sin leyes de zonificación, sin obra pública, sin recolección de residuos, sin hospitales, sin escuelas ni un mísero plan de vacunación. ¿Una provincia gobernada por el libre mercado y la voluntad individual? Bueno, esto que suena a delirio místico de algún youtuber libertario (por no decir "virgo"), ya se probó en el primer mundo. En New Hampshire, Estados Unidos, más precisamente en el pueblito de Grafton, allá por el 2004. ¿El resultado? Una distopía con olor rancio y osos husmeando en la cocina.

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Jairo Henoch Guzmán, vos que desde la radio te llenás la boca acusando a los gremios y a los políticos de ser "el cáncer de Santa Cruz" —como dijiste con tu tonito indignado en un medio local— ¿te suena el experimento de Grafton? Fue como armar un country pero sin reglas, sin consorcio, sin portero y con vecinos armados hasta los dientes. El plan era simple: atraer libertarios de todo el país con una promesa irresistible para esa tribu de “nadie me dice lo que tengo que hacer”: bajar impuestos, borrar regulaciones y achicar el Estado al tamaño de una ameba. Casi todos los que llegaron eran tipos que se conocieron por internet, unidos por el mantra “el Estado es el enemigo” y “el mercado se regula solo”. Armaron sus casitas con yurtas, remolques, carpas y mucha épica de foro conspiranoico falopero.


Apenas pudieron, metieron tijera: redujeron el presupuesto municipal un 30 %, sacaron controles, se limpiaron cualquier forma de organización comunitaria. Y ahí nomás se empezó a pudrir todo. Más baches que empanadas en un acto peronista (de esos que tanto detestás), basura acumulada, violencia doméstica, quilombos entre vecinos... y osos. Muchos osos. Se metían a los patios, robaban comida, se llevaban a las mascotas de souvenir y hasta atacaban a la gente. Pero ojo: nada de pedirle ayuda al Estado. ¡No, no! Eso sería traicionar la causa.


Cada cual se las arregló como pudo. Algunos, en una que te la regalo, empezaron a alimentar a los osos (sí, así como leés). Otros se llenaron de trampas caseras, como si vivieran en un reality show de supervivencia. Y un puñado más se armó como para liberar Malvinas, esperando que los osos entraran por la ventana.

Fijate que el problema no eran los osos. Era la falta de organización. Sin reglas comunes, sin acuerdos básicos, sin nadie que coordine ni marque la cancha, todo fue una ensalada rusa de egoísmos y paranoia. Y eso, querido Jairo Enoch, no es anarquismo. Es simplemente no hacerse cargo. El anarquismo en serio —no el que recitan desde un canal de YouTube con traje barato y cara de Incel con WiFi— implica construir otras formas de organización sin jerarquías, sin opresiones, pero con responsabilidad colectiva.


Claro que para vos, Jairo, que sos más libertario que el mismo Milei leyendo a Ayn Rand en el baño, la culpa siempre la tienen "los sindicatos y los políticos", ¿no? Esos que, según vos, “hundieron a la provincia en la pobreza”. Y no los CEOs, ni los gerentes del vaciamiento, ni los burócratas que hoy se pasean con cargo público (¡ejem!) pero que ayer nomás pedían que el Estado desaparezca. Qué cosa, ¿no? Criticar la política... desde un cargo político. Y criticar a los gremios... mientras cobrás tu sueldo del Estado (¡Y ahora hacés campaña para otro cargo nacional!). Eso sí que es coherencia libertaria: dinamitar el sistema desde adentro... pero con calefacción central y viáticos.


Ahora traé el delirio de Grafton a Santa Cruz. Imaginá Río Gallegos con calles detonadas porque “el mercado se encarga”. Imaginá Caleta Olivia sin agua —¡ah, pará!— pero sin que nadie lo solucione porque “cada uno se las arregla” como en Bahía Blanca en las inundaciones. Imaginá hospitales cobrando por cada curita y escuelas cerradas porque “educarse es una elección individual”. Un infierno con viento y escarcha.


Si no querés terminar compartiendo el desayuno con un oso polar en tu patio y soñás con una libertad que no te deje tirado en mitad de la ruta, te recomiendo que leás Anarquismo Jurídico de Carla Escofía. Una joyita para pensar cómo podríamos organizarnos de otra manera, sin convertirnos en cavernícolas con Twitter.


Porque al final del día, sin organización colectiva, la “libertad” esa que tanto cacareás, no existe. Solo quedan baches, basura, escopetas, y osos buscando comida. Y funcionarios libertarios criticando a la política... desde la oficina del PAMI (¡Ejem!).

Por @_fernandocabrera

 
 
 

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