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Día de la Tradición: La argentinidad desvelada por una pena extraordinaria

  • Foto del escritor: Santa Cruz Nuestro Lugar
    Santa Cruz Nuestro Lugar
  • 10 nov
  • 2 Min. de lectura

Cada 10 de noviembre se celebra en la Argentina no solo el nacimiento del escritor José Hernández —autor del emblemático poema El gaucho Martín Fierro y La vuelta de Martín Fierro—, sino también, en su homenaje, el Día de la Tradición. Más que una simple fecha en el calendario, es una invitación a volver sobre nuestras raíces, a preguntarnos qué es eso que realmente nos une y nos define como pueblo.

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Y si hablamos de identidad, hay un punto de partida inevitable: el Martín Fierro. No hay otra obra que nos retrate con tanta verdad. Cada 10 de noviembre, cuando evocamos la tradición, conviene mirar un poco más hondo y recordar que, detrás del asado, la empanada o el mate, está esa pregunta que nunca dejamos de hacernos: quiénes somos de verdad. Y ahí, sí o sí, aparece el Fierro, esa obra que no solo se lee: se siente. Porque el Fierro no es un poema más —es nuestra Biblia gaucha, el espejo más puro del alma argentina.


Y no hace falta avanzar mucho en sus páginas para darnos cuenta. Veamos en sus primeros versos:

“Aquí me pongo a cantar al compás de la vihuela,

al hombre que lo desvela una pena extraordinaria...”


Listo. Ahí ya está todo lo que somos. Los argentinos no somos gente de angustia existencial como los alemanes, ni de náusea filosófica como los franceses. Lo nuestro es otra cosa. Lo nuestro es esa “pena extraordinaria” que no nos apaga, sino que nos mantiene despiertos, encendidos, desvelados.


Y esa pena, lejos de ser derrota o tristeza, es motor. Nos empuja a cantar, a escribir, a pelearla, a reinventarnos una y otra vez. Cuando algo nos duele, no nos encerramos: agarramos la guitarra, el mate o la palabra. Buscamos alivio en la música, en el arte, en la charla de madrugada. Somos un pueblo que convierte la pena en fuego y el desvelo en canto.


El Fierro lo sabía bien. Por eso pide “a los santos del cielo”, porque el gaucho no reza de memoria: pide conciencia, pide verdad. Entiende que la conciencia es Dios, y que solo estando despierto —desvelado— uno puede ser realmente libre.


Entonces, cuando pensamos en la tradición, no se trata solo del poncho, el facón o la zamba. Se trata de ese pulso interior que late en el argentino desde hace siglos: el de un pueblo que no se resigna, que no se apaga, que canta aunque duela.


Por eso, este Día de la Tradición, desde Santa Cruz nuestro lugar brindamos por lo que realmente nos define: esa pena extraordinaria que nos desvela, pero que también nos mantiene vivos, sensibles y despiertos. Porque, al final, ser argentino es eso: andar desvelado, pero con la guitarra lista para cantar lo que el alma no puede callar.

Por @_fernandocabrera

 
 
 

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