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El cura Molina lanzó su candidatura y la iglesia se "lavó las manos"

  • Foto del escritor: Santa Cruz Nuestro Lugar
    Santa Cruz Nuestro Lugar
  • 21 ago
  • 2 Min. de lectura

El cura Juan Carlos Molina se mandó de cabeza a la política como candidato a diputado nacional por el kirchnerismo y en la Iglesia de Santa Cruz pegaron el grito en el cielo. El Obispado de Río Gallegos sacó un comunicado bien clarito: “eso es cosa suya, nosotros no tenemos nada que ver”.

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“El Obispado informa que la candidatura del Pbro. Juan Carlos Molina responde exclusivamente a una decisión personal”, dice el texto, marcando que Molina juega por la suya y no con la camiseta de la Iglesia.


Encima, le pusieron un freno: mientras dure la campaña, y si llega a ganar una banca, no va a poder seguir laburando de cura en público. O sea, lo dejaron en orsai: o político o cura, pero las dos al mismo tiempo no.


El tema expuso quilombos internos que estaban medio escondidos, y dejó a Molina caminando solo con un pie en la política y el otro afuera de lo religioso. Pero lo más jugoso es lo que se abre de fondo: esa falsa separación entre política y religión.


Porque si vamos al hueso, ¿qué es la política? Es cómo nos organizamos para vivir juntos: quién manda, cómo se reparte la torta, qué reglas bancamos. ¿Y la religión? Lo mismo, pero con otro envoltorio: jerarquías, normas de conducta, premios y castigos, símbolos que te ordenan la vida.


Las dos cosas viven de la fe: en la política, la fe en que un proyecto o un líder puede mejorar tu vida; en la religión, la fe en que hay algo más allá que te guía. En los dos casos, se trata de creer, obedecer y sentir que pertenecés a algo más grande.


Entonces, la pregunta cae de madura: ¿por qué la religión se la pasa eternamente jurando que no es política? Y… porque necesita venderse como pura, como si no se ensuciara con el barro del poder. Pero seamos sinceros: se mete en la educación, en la moral, en la cama, en la vida pública. Eso es política, aunque te lo maquillen con incienso.


Por eso, cuando alguien te dice “yo no no mezclo política con religión ”, en realidad está esquivando el bulto. Porque todos respiramos ese aire, nos guste o no. Al final, la sotana y el traje de diputado son dos uniformes de la misma jugada: organizar la vida en común y darle un sentido a este despelote que llamamos sociedad.

Por @_fernandocabrera

 
 
 

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