En las Malvinas también hubo esclavitud afro
- Santa Cruz Nuestro Lugar

- hace 9 minutos
- 3 Min. de lectura
A veces creemos que la historia de Malvinas arranca con los ingleses cayendo de prepo, pero antes de esa movida hubo una banda de historias pesadas que quedaron medio tapadas, medio escondidas, como si nadie quisiera hacerse cargo. Entre ellas, la de los afro que terminaron en las islas como esclavos, onda “te cambio de dueño, pero la libertad te la debo”.

Imaginate a Benita, una nena de cinco años, chiquita, perdida, sin entender una goma del idioma ni del frío fulero de Malvinas. A la piba le decían que en trece años iba a ser libre, y ella escuchaba como si le hablaran en marciano. Venía de África, arrancada de su lugar a la fuerza, vendida en un lote que llegó con la gente de Vernet, el gobernador argentino de las islas. Alta movida oscura.
Muchos de los que llegaron eran pibes. Literal pibes. Algunos “ladinos”, que ya habían pasado por Europa y sabían algo de español o portugués después de haber sido cazados en África. Otros eran “bozales”, como Benita, traídos directo del continente negro, “rescatados” de barcos esclavistas que los corsarios argentinos capturaban en tiempos de quilombo con Brasil. Rescatados entre comillas, porque libertad, lo que se dice libertad… cero.
Ahí aparece Gregoria Madrid, una de las afros que más tiempo vivió en las islas. En sus últimos días le contaba su historia a Dorothy Perry, casi como queriendo dejar algo grabado antes de irse. “Llegamos con la expedición de Vernet”, decía, y te imaginás a esa banda heterogénea: gauchos cazando vacas salvajes, tehuelches, un francés, un español, todos mezclados con 31 negros recién bajados de barcos esclavistas brasileños y traídos primero a Carmen de Patagones.
Promedio de edad: 14 años. Un delirio. Algunos eran directamente nenes. “La esclavitud acá era más llevadera que en el continente”, recordaba Gregoria. Y sí, bah… “más llevadera” porque estaban lejos de todo y nadie se metía demasiado. No porque estuviera bueno, obvio.
Entre la violencia del asesinato del comandante Mestivier, la llegada de los ingleses y la rebelión del gaucho Antonio Rivero, ellos siguieron ahí, laburando, viviendo como podían, armando vínculos. Gregoria cuenta momentos felices también: el primer casamiento, el baile, los tamboriles sonando el 9 de julio del 29… esas cosas que hacen que un pueblo exista, incluso en medio del bardo.
Los nombres de los afros eran una puñalada en el pecho: Pablo Marzo, Valentín Abril, Vicente Mayo… los bautizaban como meses, como si fueran mercancía marcada por calendario. El primero en morir fue Negro Septiembre, en 1829. Después fueron cayendo otros. Así de dura era.
Carmelita es otra historia que te parte al medio. Llevó una vida llena de golpes pero siguió remando. Tuvo hijos con distintos hombres —algunos gauchos, otros marinos— y cuando murió el último, en un accidente naval, la mina no lo soportó más. Se metió al agua y la encontraron en la playa, rota del alma. 1857. Una postal triste que quedó en la memoria de todos.
Con el tiempo, muchos gauchos se fueron por Chile o pasaron por Montevideo. Pero la mayoría de los afros se quedaron. Gregoria incluso se convirtió al anglicanismo para poder casarse en 1841. Fue la última afro viva en Malvinas. Murió en 1871, acompañada por su marido, Francis Henry Perry, un bermudeño que había llegado a las islas casi cuarenta años antes.
Su historia —la de ella, la de Benita, la de Carmelita, la de todos— quedó medio oculta por el tiempo, eclipsada por la narrativa más conocida. Pero estuvieron ahí. Fueron parte de la construcción humana de Malvinas antes de la usurpación británica. Dejaron su música, sus muertos, sus hijos, su cultura… su marca.
Y ojo con otro mito muy instalado: la Asamblea del Año XIII no abolió la esclavitud. Lo que declaró fue la libertad de vientres. O sea, “los que nazcan desde hoy serán libres”. Pero los que ya eran esclavos seguían siéndolo. Así de incompleto estuvo siempre el asunto.
Sepa el lector de Santa Cruz nuestro lugar que esta historia no es solo un dato de color. Es una deuda: hacer visible el rastro afro de Malvinas. Porque no todo empezó ni terminó con los ingleses. Antes hubo vidas, hubo dolor, hubo resistencia y hubo humanidad. Y negarlo sería borrar a quienes ya bastante les borraron.
Por @_fernandocabrera




Comentarios