No hace mucho tiempo para "parar la olla" se me hizo necesario tener un grupito de alumnos particulares de Lengua y Literatura. Si bien pertenecían a distintas escuelas de Río Gallegos, me venía bien enseñarles en mí casa, en un mismo horario.
La cosa es que pronto, estos ejemplares de insurrectos, en nombre del bullineo, se complotaron para hacerme la vida imposible.
Recuerdo esa tarde como si fuera ayer. Estábamos en la cocina-comedor de mí casa en lugar más grande para oficiar de aula, y yo les explicaba algunas sutilezas del idioma español, cuando uno de ellos, con una sonrisa ladina, me pregunta "Profe, ¿está bien decir 'orto' en lugar de 'ano'?" El grupete de cuatro alumnos estalló en risas, pensando que había logrado su cometido de provocarme con una grosería.
Sin embargo, lejos de molestarme, vi una oportunidad formidable en su pregunta.
"Bien...-lancé fingiendo fastidio, en tanto las risas se apagaban y todos los ojos se posaban en mí, esperando una reprimenda que nunca llegaría.-
"La palabra 'orto', -expliqué- aunque muchos no lo sepan, es un término que proviene del griego y significa 'recto'. Es más: en latín, 'orto' se refiere a la salida del sol o de cualquier astro por el horizonte."
"Tomemos, por ejemplo, la palabra "ortodoncia" -proseguí-, que incorpora este prefijo para indicar la corrección de la dentadura, es decir, tener los dientes rectos. De manera similar, "ortografía" se refiere a la escritura correcta, sin desviaciones de las normas establecidas."
Los pichones bullineros se quedaron en silencio, procesando la información.
"Así que, cuando usamos 'orto' para referirnos al ano, no estamos siendo vulgares. Estamos utilizando un hipercultismo que describe una función anatómica precisa: la parte recta entre el intestino y el ano."
Con una victoriosa sonrisa, añadí: "Y si lo piensan mejor, 'orto' también marca el comienzo del día, aunque no deja de ser curioso que la misma palabra se utilice para nombrar tanto el amanecer como el final del tracto digestivo. Así que, no, no está mal decir 'orto', y definitivamente no es una grosería."
El alumnito que había intentado provocarme se quedó mirándome, sorprendido por la lección inesperada. Desde esa tarde, 'orto' se convirtió en nuestra palabra favorita en clase, como un recordatorio constante de que 'hablar y escribir como el orto' no está tan mal, después de todo.
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