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Foto del escritorSanta Cruz Nuestro Lugar

Hablemos de cómo la manera de pensar determina el estado de ánimo

Cada uno de nosotros tiene el poder de decidir cómo interpretar la realidad. Esta decisión determinará qué emociones vamos a experimentar.

¿Alguna vez has sentido que eres incapaz de controlar tu estado de ánimo?. Las emociones negativas te invaden y te acompañan durante el día, sin que tengas idea de por qué ocurre. Deseas encontrarte en paz, sentirte bien, pero no sabes cómo hacerlo. Te frustras y te resignas asumiendo que así es cómo eres, que esta es tu tendencia natural.

 

Muy probablemente hayas experimentado este tipo de sensaciones durante toda tu vida. Esto únicamente confirma tus sospechas: eres así y no hay nada que hacer. Déjame decirte que la clave de tu estado anímico reside en tu interior: lo que sientes es consecuencia directa de lo que piensas. Y, aunque ahora mismo te resulte difícil de creer, tú eres el dueño de tus pensamientos.




 

La relación entre pensamientos y estado de ánimo

Existe una gran cantidad de evidencia empírica que confirma que nuestros pensamientos están estrechamente relacionados con nuestras emociones. Fácilmente podemos comprobar en nuestra vida cotidiana cómo asumimos de forma diferente una noticia en función de nuestro humor.

 

Si nuestro amigo llega tarde a la cita un día en que nos encontramos con un excelente ánimo, esto no nos supondrá gran problema. En cambio, cuando estamos en un estado emocional negativo el más mínimo contratiempo desencadena una cascada de pensamientos catastrofistas.

 

Nuestras emociones influyen en los pensamientos que tenemos, pero la relación es bidireccional: nuestras cogniciones afectan de forma directa al estado emocional. Es esta vertiente la que puede resultarnos de mayor utilidad en la práctica. Si deseamos experimentar paz, felicidad y plenitud, hemos de ocuparnos de lo que pensamos.




 

Sientes lo que piensas

Pongamos un ejemplo: preguntamos a un compañero de trabajo si quiere tomar un café al salir de trabajar y nos responde que no puede. Podemos pensar que tiene recados que hacer, que ha de ocuparse de sus hijos o que tiene cualquier otro compromiso. En este caso nos sentiremos tranquilos y continuaremos con nuestro día. Por otro lado, podemos pensar que su respuesta era una excusa y en realidad no quiere estar con nosotros porque le caemos mal. Este proceso de pensamiento nos conducirá a sentirnos avergonzados, humillados y, seguramente, enfadados.

 

Coloquémonos en un caso más extremo: nuestra pareja decide terminar la relación con nosotros. Podemos pensar que es una situación catastrófica, horrible, que no somos lo suficientemente atractivos, válidos o interesantes. Que nunca volveremos a experimentar el amor. Esto provocará emociones negativas de angustia, rabia y desesperación.

 

También podemos pensar que el amor se termina y esto no tiene relación con nuestra valía personal. Que ha sido una fortuna haber experimentado una relación tan bonita y que podemos aprender mucho de esta situación. Evidentemente sentiremos tristeza por la pérdida, pero está será menos intensa y duradera. Además nos sentiremos confiados, seguros y capaces de seguir adelante.




 

Educa tu mente para cambiar tu estado de ánimo

Ahora que ha quedado clara la influencia de los pensamientos, la pregunta es: ¿cómo hago para controlarlos?. Llevo toda mi vida teniendo cogniciones negativas y no soy capaz de deshacerme de ellas. Pues bien, el pensamiento es un hábito. Desde pequeño, tu cerebro se ha acostumbrado ha experimentar pensamientos negativos y las conexiones cerebrales asociadas se han fortalecido. De esta manera resulta mucho más sencillo que se activen, de forma automática, ante cualquier situación.

 

Has de tomar el control y combatir estos viejos patrones. Comienza por ser consciente de tus procesos mentales: identifica en cada momento lo que estás pensando de forma que puedas detectar el contenido negativo. Cuando vivimos como autómatas no nos percatamos de nuestro propio proceso interior.

 

Una vez detectes el pensamiento negativo, detenlo y sustitúyelo por otro alternativo, más positivo y funcional. Además, comienza a dirigirte a ti mismo mensajes de gratitud, motivación y poder. Crea un diálogo interno con el que te recuerdes todo lo bueno que tienes en ti mismo, en tu vida y en tu futuro.

 

Realiza estas actividades con constancia y perseverancia: están reeducando tu mente, la estás acostumbrando a una nueva manera de interpretar la realidad. Con el tiempo, las conexiones asociadas a los pensamientos positivos se fortalecerán y las anteriores se irán debilitando. Un día, cuando menos lo esperes, te verás a ti mismo reaccionando de una forma naturalmente positiva. Te encontrarás experimentando la paz interior que siempre buscaste.

Fuente: La Mente es Maravillosa



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