Los animales son capaces de tocar partes muy íntimas de nuestro corazón. Tanto es así que muchas veces preferimos hablar con ellos que con otras personas, ya que ellos no nos juzgan y son nuestros cómplices silenciosos.
Todo aquel que comparta su vida con uno o más animales a los que adora habrá tenido este pensamiento. Y lo más probable es que no haya tenido el más mínimo cargo de conciencia por esa convicción. Sin embargo, socialmente sigue generando cierto desconcierto ver a alguien hablando con su perro o su gato.
Ahora bien, lo cierto es que, como es lógico, no mantenemos conversaciones con ellos. Lo que hacemos es interaccionar con nuestros amigos peludos de una manera muy particular: les expresamos frases y preguntas cortas, así como divertidos piropos y comentarios cargados de afecto. Esa dinámica conversacional es tan beneficiosa para los propios animales como lo es para nosotros.
Cuando una mascota se convierte en nuestra familia, necesitamos verbalizar nuestro amor. También ciertos pensamientos. Por tanto, es común y hasta necesario comunicarnos con ellos. Porque más allá de lo que algunos puedan creer, nos entienden. Y lo más fascinante aún, en buena parte de los casos hasta nos responden a sus miradas.
Prefiero hablar con mi mascota: una necesidad muy común
Hay algo evidente respecto a nuestros animales. A pesar de que en ocasiones no entiendan lo que les decimos, nos responden. Lo hacen ladeando la cabeza, mirándonos con sus expresivos ojos o emitiendo algún sonido. El simple acto de escucharnos, de estar presentes y proporcionarnos algún tipo de respuesta no verbal ya es gratificante para cualquiera.
Cuando alguien nos dice eso de “prefiero hablar con mi mascota” es porque el mundo de las relaciones humanas siempre es excesivamente complejo. Hay problemas de comunicación y dinámicas relacionales que pueden abocarnos a la decepción o al estrés. A veces, nos es más agradable, por ejemplo, hablar con nuestro gato que con ese jefe que siempre nos responde a gritos.
También nos será más gratificante decirle a nuestro perro cuánto lo queremos que pasar el día con esos familiares narcisistas que nunca nos han tenido en cuenta. El mundo de los humanos es a menudo caótico. Mientras que el de nuestras mascotas es muy básico, solo importan el afecto, las atenciones, los juegos, la compañía… Todo esto hace que se construyan con los animales ciertas particularidades únicas que vale la pena explicar.
Los animales no son mascotas, forman parte de nuestro grupo social
La Universidad de Viena realizó un estudio sobre la vinculación de los perros con las personas. Estamos en un momento en que la vida humana y animal está muy entrelazada. Los perros son esa especie que lleva más tiempo domesticada y compartiendo vida con nosotros. Los lazos construidos con ellos son muy fuertes y, por tanto, la complicidad que podemos llegar a generar con ellos es muy intensa.
La comunicación con los perros es clave para educarlos, establecer relaciones saludables de poder y facilitar la convivencia. No hay nada de negativo o criticable en hablar con ellos. Resulta necesario porque son, al fin y al cabo, un miembro más de la unidad familiar. Amigos y compañeros que se convierten en nuestros aliados cotidianos.
El habla emocional con los animales, un recurso enriquecedor
Cuando alguien dice eso de “prefiero hablar con mi mascota antes que con otras personas” hay algo que conviene precisar. La idea no es tener un diálogo profundo y esclarecedor con el animal. Lo que buscamos es una interacción positiva, enriquecedora y emocional con nuestro perro y nuestro gato.
Es más, la forma en que les hablamos a los animales es muy similar a la forma en que nos dirigimos a los niños pequeños. Solemos usar frases cortas y en un tono más alto. Además, articulamos las palabras de manera lenta y utilizamos, por lo general, casi siempre las mismas expresiones con ellos: “¿quién es el gato más guapo del mundo? ¿Quién es el perro más inteligente? ¿Sabes cuánto te quiere papá o mamá?”.
Asimismo, también llevamos a cabo otro tipo de comunicación. A menudo, nos limitamos a pensar en voz alta, a lanzar razonamientos al aire cuando los tenemos al lado. “Ya tengo bastante por hoy, cierro el ordenador y ya no voy a hacer nada más», «¡hay que ver cómo está el mundo!”. Es evidente que nuestros animales no entienden esos comentarios, pero nos responden con su mirada. Nos escuchan y están ahí, a nuestro lado.
Prefiero hablar con mi mascota porque no me juzga
Nicholas Epley es un científico del comportamiento y autor del libro Mindwise: Why We Misunderstand What Others Think, Believe, Feel, and Want. En este trabajo explicó que hablar con cualquier tipo de animal es una señal de inteligencia. Lo es porque es un esfuerzo por reconocer la presencia de una conciencia en otro ser vivo y también es un acto de empatía.
Además, quien se comunica a diario con su animal, pone en práctica la teoría de la mente. Es decir, intentamos comprender el universo mental ajeno, sus pensamientos e intenciones. Aquellos que conviven con sus mascotas saben que estas sienten, comprenden y se emocionan casi como nosotros.
Asimismo, si preferimos muchas veces hablar con nuestras mascotas es porque no nos juzgan. Ellos son validadores emocionales natos, son puro amor y aceptación. Nuestros amigos de cuatro patas (también de plumas) son nuestro refugio cotidiano, figuras que solo esperan recibir cariño y que no necesitan hablar para demostrarnos cuánto nos quieren.
De La Mente es Maravillosa.
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