top of page

Hip-Hop riogalleguense: La trilogía lo-fi de G0lum

  • Foto del escritor: Santa Cruz Nuestro Lugar
    Santa Cruz Nuestro Lugar
  • 29 oct
  • 8 Min. de lectura

En estos tiempos políticos espantosos que atraviesan la Argentina y, sobre todo, Santa Cruz, me agarró una regresión melómana severa. Intenté exorcizar el hastío escuchando a A.N.I.M.A.L., Pantera, Molotov, Control Machete, buscando en esas viejas broncas el antidiscurso que alguna vez sacudió los noventa. Pero lo que encontré no fue furia ni rebeldía: fue ternura. Aquellas canciones, que creía pólvora, hoy me suenan a rabietas adolescentes, necesarias para su tiempo, sí, pero inofensivas frente a la podredumbre más densa y maloliente del presente.

ree

Así que, como quien cambia ansiolíticos por ruido, me puse a divagar por la web buscando en la música lo que ya no encuentro en los libros de poesía de los autores de ahora: una lírica verdadera, sucia, respirante. Y una noche, mientras deambulaba por ese abismo digital, mi compañera entró a la habitación y me vio con el rostro iluminado de una alegría maniática, los auriculares clavados y los ojos perdidos en algún punto del techo.


—¿Qué te pasa? —me dijo.

—Mirá lo que encontré —le respondí, invitándola a sentarse sobre mis piernas y pasándole los auriculares.

Escuchó un rato, ladeó la cabeza y me preguntó quién era.

—G0lum, le dije. Un nuevo poeta maldito de Río Gallegos.

—¿Y dónde toca? —preguntó con curiosidad, como si de pronto nos hubiésemos vuelto parte de una nueva secta sonora.

—No toca en ningún lado —le expliqué con entusiasmo—. Es tan under que sólo actúa en fiestas privadas o clandestinas.

—Qué bajón —dijo, riéndose—. Nosotros ya estamos un poquito grandes para caer a una.

—Sí —le respondí—. Si vamos, seguro piensan que somos los viejos de alguien o canas infiltrados.

(Risas)


Como sea, en Río Gallegos hay un guacho que se mueve entre la melancolía y la calle con una naturalidad que te deja pegado al beat: G0lum. Su canal de YouTube es corto pero demoledor, apenas tres tracks que condensan la esencia del lo-fi local y que parecen haber sido grabados en un quincho con frío, humo y mucha bronca contenida. Desde el primer segundo de “Jauría” (hecha sobre la base de (SOLD) Wu Tang x Fugees x Mobb Deep 90s Boom Bap Type Beat / 'SCORE'), te das cuenta de que esto no es solo musiquita de fondo sino una reversión que —con su ritmo marcado, bombo contundente, caja nítida y atmósfera oscura, ideal para letras introspectivas o narrativas clásicas de hip hop— te agarra bien del cogote y te mete en la ciudad de noche, donde la calle habla y vos solo podés escuchar.


Antes que nada, para los que no están al tanto: el lo-fi —“low fidelity”— es un estilo que abraza la textura, la imperfección y el ruido como parte de la belleza. Surgió a fines de los ’80 y principio de los ’90 entre Estados Unidos y Japón, como respuesta a las producciones pulidas; se volvió banda sonora para estudiar, deambular y bancarse la noche. G0lum toma esa herencia y la traduce al paisaje riogalleguense: sus pistas suenan hechas a mano, con esa patente de lo artesanal que no busca brillo sino pegada. Están hechas como bombas molotov en sentido figurado, rudimentarias pero con carga —toscas, caseras, diseñadas para explotar en la pechera del oyente y dejar marca—; no es apología, es imagen: sonido que atraviesa, que la rompe por lo directo y lo honesto.


Pero el lo-fi no se agota en la música: es una estética posmoderna que atraviesa todas las artes. Es la poética del error, la reivindicación de lo doméstico y de lo que no encaja. Mientras Estados Unidos entraba en la era Reagan y el neoliberalismo arrasaba con su brillo plástico y televisivo, los pibes con grabadoras viejas respondían desde sus cuartos con cintas ruidosas, haciendo de la bulla una forma de decir no. El "hacelo vos por tu cuenta" no era solo una técnica: era una forma de parársele de manos al mercado, un acto político de independencia creativa.

Del otro lado del Pacífico, Japón vivía su propio estallido cultural: la burbuja económica de los ’80, la saturación tecnológica y el exceso consumista chocaban con una juventud que buscaba silencio, nostalgia y lentitud. De ahí nació también esa sensibilidad lo-fi que mezclaba anime, melancolía y beats artesanales. En ese contexto de desencanto político y saturación mediática, el lo-fi se volvió una forma de respirar: hacer arte con lo que hay, decir con lo que suena mal, construir belleza desde la carencia.


Con “Basic Aspect 1” G0lum lleva el lo-fi a una dimensión más filosófica y visceral, es en “Basic Aspect – side 1 V.R.E.N”, sobre un beat de Ivx Beats titulado “Jazz para borrachos”. El tema suena como un desahogo que se arrastra entre la lucidez y el derrumbe; la base —jazzera, arenosa, casi líquida— funciona como contrapunto perfecto para una voz que se hunde en la conciencia del cuerpo, la tierra y la pérdida.


Desde el comienzo se percibe una vulnerabilidad desarmante: “si me preguntas quiero desaparecer” pone la escena en clave confesional. No hay impostura ni ego de rapero: hay un pibe que se enfrenta a su propio cansancio y lo convierte en ritmo. La sensación de querer desaparecer no suena a derrota, sino a búsqueda; una forma de vaciarse para poder mirar distinto.


La imagen táctil de la poesía —esa idea de que “mis poemas van en braille”— condensa la estética del tema: lo que importa es el contacto, el tanteo, lo que se siente con las manos más que lo que se razona con la cabeza. Es una escritura que privilegia la textura, la falla y la sensación sobre la claridad lógica.


A partir de ahí, el tema se desplaza hacia lo sensorial y lo telúrico: la nieve, el viento y la intemperie se integran al estado anímico y funcionan como extensiones del sujeto. La voz no sólo describe el paisaje, lo incorpora; el sur aparece como experiencia corporal —frío que califica la palabra, soledad que hace banda— y la música se convierte en un vehículo para esa relación entre cuerpo y territorio.


La canción también explora la precariedad cotidiana: la falta de plata, la ausencia de certezas y la necesidad de moverse a pesar del viento. No hay discursos grandilocuentes; hay relatos de resistencia mínima: pedalear, cruzar la noche, sostener los lazos de barrio. Esa cotidianeidad humilde es donde se construye la potencia del tema.


Hacia el final el pulso afloja y queda una calma tensa, un equilibrio frágil que parece decir: no hay solución mágica, sólo la continuidad de seguir creando y respirando. Basic Aspect – side 1 V.R.E.N funciona así como un mapa íntimo del sur interior —una meditación sobre el cansancio, la pertenencia y la persistencia creativa— que termina reivindicando la música casera como refugio ante la helada general.


En “Basic Aspect 2” el pibe se suelta y la paleta se abre: sintetizadores que flotan, delays que parecen ecos de techos y plazas vacías, y una sensación cinematográfica que convierte cada compás en paisaje. La melancolía se mezcla con adrenalina; la producción, simple pero cuidada, sabe dónde poner la pausa justa para que el loop respire y pegue con más fuerza. Son pistas que abrazan la soledad y la transforman en algo colectivo: si te cala, sentís que no estás solo en la helada, que hay una crew ahí, de a muchos, compartiendo el mismo frío.


G0lum demuestra que en Río Gallegos se puede hacer lo-fi con peso y personalidad, sin manager ni postureo: música de barrio, hecha con manos y oído, que habla de la calle y de la vida con una sinceridad que pincha. Sus tres tracks son ventanas a la ciudad y a su mundo interno, pequeños manifiestos urbanos que mezclan melancolía, bronca y una belleza medio rota. Ponele play, dejate llevar y sentite parte de la jauría: la música de G0lum no solo se escucha, se vive.


La verdad, no sé qué chucha pensará el lector de Santa Cruz Nuestro Lugar a esta altura de la polémica; pero, si me apuran un poco, me atrevería a afirmar que si G0lum fuese un filósofo moderno, sería Byung-Chul Han en joginetas, observando el derrumbe de la sociedad del rendimiento desde su habitación desordenada, con una laptop vieja, cables enredados y una birra caliente al lado. Su música no busca conquistar ni subirse al escenario mayor de la fiesta Aniversario de Río Gallegos, sino resistir, devolverle dignidad al error, al fallo técnico, al titubeo de la grabación casera.


Como Han, G0lum percibe que el sujeto contemporáneo vive exhausto, consumido por la necesidad de mostrarse productivo, optimizado, limpio. Su estética lo-fi se convierte entonces en un acto de desaceleración radical, una grieta en la perfección digital: un espacio donde la bulla, la interferencia y la baja fidelidad vuelven a tener alma.


En esa lógica, G0lum no grita contra el sistema: susurra desde adentro de él, como si su música proviniera del corazón cansado de una máquina que todavía intenta sentir. Lo que propone es una poética de la imperfección, un refugio íntimo frente al brillo vacío de lo hipertecnológico.

Un ejemplo claro de lo que este humilde redactor dice, está en la lírica de “Jauría” (y quiero volver sobre ella) en donde no busca la alegoría ni la épica: es un monólogo interior en clave callejera, un flujo de conciencia que va y viene entre la lucidez y el hastío. “Estamos en la cueva con los pibes” abre la escena con la naturalidad de quien no escribe para ser entendido, sino para ser sentido. La “cueva” es refugio y trinchera, pero también laboratorio: el espacio subterráneo donde la palabra se mezcla con la base, donde el ruido se transforma en lenguaje. Esa frase inicial condensa toda una semiótica del margen: lo colectivo, lo nocturno, lo artesanal, lo que se hace sin permiso y fuera de catálogo.


Cuando dice “acá yo no vine a charlar, vine a conectar lo que pienso fomentar”, G0lum articula una ética de la expresión que va más allá de la pose del rapero: la palabra no es ornamento, es instrumento de acción, un medio para reconectar cuerpo, mente y entorno. Hay algo casi chamánico en esa idea de “conectar”: la lírica no se impone, se enraíza. En ese sentido, “Jauría” es también una poética de la escucha. “Hay que tomarse el tiempo para escuchar” funciona como axioma estético y vital: escuchar es resistir la prisa, es desafiar la velocidad y el ruido de la sociedad del rendimiento.

ree

En “Noche donde la mente está de huelga”, el verso toma un giro existencial: la mente —ese aparato saturado del sujeto moderno sumido en la boludez del autodescubrimiento— se declara en paro. La conciencia cede paso al instinto, al ritmo, al pulso de lo que queda cuando se apagan las pantallas. El viento, las bases, los pasos: todo en esa cadena sintáctica arma un ecosistema de la persistencia, donde la naturaleza y la máquina conviven sin jerarquías. “Si pisan la estepa, en cinco se les congela la jeta”: esa imagen no es solo geográfica, es ontológica. Es la Patagonia helada como personaje, un paisaje que se inscribe en la carne y en la lengua, una topografía que marca identidad.


El verso “...mi pasar en cleta... se tajea el nazo en fetas” reintroduce la idea del movimiento y la resistencia: el artista como ciclista nocturno que pedalea contra el viento, enfrentando lo que lo frena y lo lastima. El lenguaje se vuelve físico, crudo, con el slang que concreta la violencia cotidiana y la territorialidad urbana.


La referencia a “María, con los míos, compañía, mi jauría” revela otra capa de la lírica: la marihuana como vínculo, como ritual compartido, como herramienta para sostener la lucidez en medio del caos. La comunidad —la jauría, o la crew de la "Memento mori" tal vez— funciona como contrapunto de la soledad y del deterioro social, un soporte emocional que permite transitar la ciudad y sus peligros sin perder pie.


Finalmente, el cierre “Y total, soy un asco. Me voy a morir tres metros bajo tierra en un frasco de madera. Y arriba todo es una mierda” subraya la aceptación radical de la imperfección y la precariedad existencial. No hay lamento estético: hay honestidad, resistencia a la limpieza artificial, reivindicación del error, de la baja fidelidad, del fracaso como material de creación.


En síntesis, “Jauría” articula una idea acabada del cansancio contemporáneo, un croquis emocional donde el frío, la calle, la música y la camaradería son herramientas de supervivencia artística. La lírica de G0lum no busca impresionar: busca vivir y hacer vivir. Es, al final de todo, una pulsión de vida. Y parte esencial de esta trilogía lo-fi que accidentalmente quedó formada en el canal de YouTube de @_G0lum_ (tal y como se lo puede encontrar en Instagram).

Por @_fernandocabrera

 
 
 

Comentarios


bottom of page