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Koro, la animación riogalleguense que conquistó Europa

  • Foto del escritor: Santa Cruz Nuestro Lugar
    Santa Cruz Nuestro Lugar
  • 10 jul
  • 2 Min. de lectura

Hay historias que nacen en silencio, en el fondo del mundo, donde el viento te habla más que las personas. Y después están los pibes como Pablo Vásquez, que agarran ese silencio y lo convierten en imagen, en trazo digital, en animación con alma sureña. Sí, porque este diseñador gráfico nacido y criado en Río Gallegos, sin más estudio que el del "aprender haciendo", se fue abriendo camino como quien se abre paso entre la escarcha a las siete de la mañana.

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Lo suyo arrancó como el de muchos de nosotros: con una compu medio chota, programas gratuitos y mil ganas. A falta de guita para estudiar en Buenos Aires o afuera, Pablo se hizo autodidacta. Google, tutoriales, prueba y error. Y ahí, entre mates, renderizados eternos y cortes de luz, se fue forjando este artista que hoy labura en Holanda, en el mismísimo Blender Institute, donde no cualquiera mete un pie.


Pero no se olvidó de sus pagos. Para nada. El loco creó a Koro, un guanaco tan adorable como molesto, protagonista de la serie animada Caminandes, que se ve en todos lados: YouTube, festivales, incluso en escuelas donde enseñan animación. ¿Y sabés qué? Está basado en la fauna de nuestra tierra, en ese bicho que cruzás en la ruta camino a cualquier lugar de la provincia. Eso es tener identidad, vieja.

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Lo más lindo de todo es que Koro nació por algo re simple y humano: los sobrinos de Pablo no tenían dibujos "nuestros" para mirar. Todos mirando cosas de afuera, y él dijo: “¿Y si les hago algo bien argento, bien patagónico?”. Y ahí se armó el guanaco animado que hace desastres pero te roba el corazón. Un poco como nosotros, ¿no?


Hoy Pablo está allá, sí, pero no se olvida. De hecho, quiere volver. Sueña con armar una escuelita de animación en Río Gallegos, para que los pibes que tienen talento no tengan que rajar a la capital o al exterior para hacerla. Quiere plantar semilla acá, porque sabe que sobra creatividad, lo que falta es apoyo.

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Y mirá si no será groso que hasta lo homenajeó la Legislatura de Santa Cruz. ¡Un político aplaudiendo a un artista sin pedirle nada a cambio! Milagros que pasan cada tanto.


La historia de Pablo Vásquez es de esas que te levantan el ánimo. Te muestra que desde esta punta del mapa se puede llegar bien lejos sin perder el acento. Que se puede hacer arte con sabor local y sonar en todas partes. Que lo digital no es solo pantalla: es trinchera, es bandera, es patria. Una patria pixelada, sí, pero profundamente nuestra.


Así que, ya sabés: la próxima vez que veas un guanaco animado rebotando por la pantalla, no digas "¡qué lindo dibujito!", decí con orgullo "¡Ese es nuestro!" Porque sí, Pablo es nuestro. Y como buen sureño, la rompió... sin hacer tanto ruido.

Por @_fernandocabrera

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