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La foto santacruceña que más se usó para construir fake news en la historia

  • Foto del escritor: Santa Cruz Nuestro Lugar
    Santa Cruz Nuestro Lugar
  • 24 sept
  • 3 Min. de lectura

Alta data la que salió a la luz: resulta que una foto tomada en Río Gallegos hace más de un siglo fue manoseada durante décadas pa’ vender humo con historias que nunca pasaron en Buenos Aires. La antropóloga y docente universitaria Graciela Brunazzo, que viene metiendo más de 30 años en la investigación, se clavó un laburo fino y destapó la movida en su libro "El poder de la imágen" (2023). Todo arrancó cuando se jubiló y volvió sobre un archivo que ya le había hecho ruido: una imagen vieja que le mostraron como parte de “la historia del Gran La Plata”. La mina sospechó, tiró del hilo y se encontró con que la misma foto se usó para darle chapa a cinco hechos históricos distintos, pero cuatro eran puro verso.

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La postal en cuestión muestra a tehuelches montados a caballo festejando un 25 de mayo en Río Gallegos, clickeada entre 1900 y 1902 por Charles Lane, el primer fotógrafo profesional de la ciudad. Esa captura, nacida en Santa Cruz, terminó siendo durante más de cien años la “prueba” de sucesos que jamás habían ocurrido en suelo bonaerense. La posta es que la investigación de Brunazzo revela cómo esa foto fue usada como comodín para inventar historias que nada que ver con la realidad: apareció como evidencia de un desfile patrio en La Plata, como postal de gauchos de la campaña bonaerense, como acto cívico en pueblos del interior de Buenos Aires e incluso como registro militar que pretendía mostrar la participación de cuerpos de caballería criolla en conmemoraciones históricas. La única que era real, obvio, era la original, la de los tehuelches a caballo festejando en Río Gallegos.


Graciela cuenta que el puntapié inicial para dar comienzo a la investigación se dio hace 20 años atrás, cuando se encontraba en la ciudad de La Plata dando una charla en el Museo Dardo Rocha. Al preguntar sobre la imagen que se exhibía, le dijeron que correspondía a un suceso que ocurrió en La Plata, y ella supo al instante que eso no podía ser cierto. A partir de ahí, empezó a investigar. La pesquisa le llevó muchos años y esfuerzo, ya que se trataba de un “ovillo enmarañado que había que empezar a desentrañar, destejer y volver a tejer para ver la trama oculta que había dejado esta fotografía”, según explicó. No solo se trataba de decir por qué no correspondía a los eventos a los que se adjudicaba, sino también de definir qué mostraba realmente y quiénes estaban retratados. Gracias a su conocimiento previo sobre la historia local y los archivos fotográficos de La Plata, detectó rápidamente inconsistencias: por ejemplo, la referencia escrita al pie de la foto mencionaba a Dardo Rocha y Martín Iraola juntos, cuando Iraola había muerto en 1877, lo que hacía imposible que ambos participaran del evento. Tras una investigación exhaustiva, Brunazzo logró ubicar la foto en su contexto real: pertenecía al Archivo General de la Nación y mostraba eventos en Río Gallegos, con otras tres fotos que registraban el verdadero suceso. Su trabajo permitió visibilizar la historia regional de la Patagonia y rendir homenaje a los Aonikenk, cuya imagen había sido manipulada fraudulentamente.


Desde un enfoque semiológico, esta historia demuestra cómo las imágenes no hablan por sí mismas sino que se insertan en un sistema de signos y significados que puede ser manipulado. En tiempos de tecnología analógica, los fotógrafos y editores podían recurrir a leyendas falsas, duplicar fotos o ubicar negatividades en contextos erróneos para armar un relato histórico que no coincidía con la realidad. Hoy, con la digitalización y las redes, ese poder de resignificación sigue vigente: un archivo escaneado puede circular con descripciones inventadas, viralizarse y construir verdades alternas. Lo que cambia es la velocidad y el alcance del relato, pero la lógica sigue siendo la misma: la foto no es la verdad, es un signo abierto a interpretación y a manipulación según quién la cuente y con qué intención.


O sea, la foto fue mutando de identidad según quién la necesitara, y terminó certificando relatos inventados durante más de un siglo. El libro La foto equivocada de Brunazzo no solo baja la posta sobre la identidad real de la imagen, sino que también destapa cómo se arma y se desarma el relato oficial con un par de fotos mal ubicadas. Una investigación que demuestra que hasta en la historia también hay chamuyo, y que las imágenes —aunque se las venda como prueba irrefutable— pueden estar contando cualquier cosa.

Por @_fernandocabrera

 
 
 

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