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La IA amenaza al oficio periodístico

  • Foto del escritor: Santa Cruz Nuestro Lugar
    Santa Cruz Nuestro Lugar
  • hace 6 días
  • 3 Min. de lectura

El periodismo argentino viene barranca abajo hace rato. No por falta de talento —que sobra— sino por un cóctel explosivo de precarización, obediencia al poder, y una pérdida de brújula ética que da vergüenza ajena. Y en ese terreno ya medio arrasado, aparece la inteligencia artificial, no como aliada sino como reemplazo. Se viene el “bot-periodista” y nadie levanta la ceja.



Primero fue el diario papel. Nos vendieron su desaparición como un paso hacia la modernidad. Y sí, puede ser. Pero con esa mudanza digital también volaron puestos de laburo, editores con oficio, fotógrafos, canillitas, diagramadores. Se achicaron las redacciones y se agrandó el cinismo. Los medios empezaron a sobrevivir a pura pauta y clickbait. Titulares que no dicen nada, notas clonadas entre portales y una bajada editorial que parece dictada desde un call center del poder de turno.


¿Y la ética? Bien, gracias. En la tele gritan más de lo que informan. En la radio ya ni chequean. La famosa objetividad es un verso que hace rato dejaron de contar. Hoy importa más quién banca económicamente una nota que quién la firma.


En ese paisaje medio desértico de valores, entra la IA a hacer de las suyas. Y no porque sí: la dejaron pasar como se deja pasar todo, sin regulación, sin debate, sin alma. De a poco, los bots se cuelan en las redacciones, no para acompañar el laburo humano sino para reemplazarlo. Ya hay medios que generan notas automáticas con datos de Google Trends, que arman títulos en base a emociones simuladas, que diseñan tapas con inteligencia generativa. Y lo venden como eficiencia, cuando en realidad es otra forma de echar gente.


Duele decirlo, pero no es que los bots escriban peor. A veces, incluso, escriben mejor. El bardo es otro: un bot no vive en este país, no le sube la presión cuando ve una injusticia, no tiene calle, no intuye el trasfondo de un off mentiroso. Un bot no hace silencio incómodo para que el entrevistado se quiebre. No milita la verdad. No incomoda al poder. Repite patrones. Imita. Y eso, en un país donde la información vale oro y las operaciones están a la orden del día, es peligrosísimo.


Porque si hoy ya es difícil distinguir una noticia real de una vendida, imaginate cuando todo lo produzca un algoritmo sin rostro ni responsabilidad. Se termina de diluir el último hilo que nos conectaba con el periodismo como oficio, como servicio, como defensa de lo común. Se acaba la conversación con la comunidad, y arranca el monólogo de la máquina.


Mientras tanto, los que manejan la taraja están chochos. Un bot no cobra aguinaldo, no se organiza, no denuncia presiones. Y los medios grandes, que hace rato abandonaron la dignidad, ahora ni siquiera necesitarán redactores: bastará con un técnico y una base de datos.


¿Y nosotros? ¿Los que todavía creemos que el periodismo y la escritura puede ser otra cosa? Nos queda resistir. Denunciar. Y no comernos el cuento de que la tecnología es neutra. No lo es. Depende de quién la use y para qué. Si la usa un medio sin ética, lo que sale no es información: es una mentira bien escrita.


Estamos en un punto en donde el buen lector de "Santa Cruz nuestro lugar" debe observar con especial atención que la inteligencia artificial no es el enemigo. El enemigo es un ecosistema periodístico que ya venía tramposo y ahora, con esta herramienta, puede volverse directamente distópico. Y si no hacemos algo pronto, el próximo editorial de tu medio de confianza lo va a firmar un bot con nombre simpático... pero sin alma.

Por @_fernandocabrera

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