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La monstruosidad política de Santa Cruz

  • Foto del escritor: Santa Cruz Nuestro Lugar
    Santa Cruz Nuestro Lugar
  • 25 sept
  • 2 Min. de lectura

La monstruosidad política no da respiro, y en estos pagos se la ve full HD; ya que está previsto que hoy, en tanto el lector de "Santa Cruz nuestro lugar" se aventura por esta columna, la susodicha use la sesión secreta como trampolín para meter a cuatro jueces nuevos en el Tribunal Superior de Justicia, todo a puertas cerradas y en tiempo récord. Mientras la provincia discute cualquier pavada en público, la monstruosidad política acelera para blindarse como si nada.

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La palabra “monstruosidad” viene de “monstruo”, que a su vez viene del latín monstrum: algo que aparece como señal o aviso de que algo no anda bien, un hecho que rompe la normalidad y muestra fragilidades del orden. En política, hablar de monstruosidad política no es exageración: define a un grupo que pisa todos los límites, hace de la excepción la regla y gobierna como si las normas fueran solo un chiste. Hambre de poder, control absoluto y fantasmas inventados para justificar cualquier atropello: ese es el ADN de la monstruosidad política santacruceña.


El delirio arrancó con los diputados agrandando el Tribunal Superior de 5 a 9 miembros, en una provincia que no llega ni a 400 mil almas. Después, festival de guita: cuatro mil millones extra solo en sueldos judiciales, jueces con catorce palos por mes y toda la troupe de secretarios y asesores, mientras la mayoría la pelea con lo justo. Alta tomada de pelo.


Los nombres que salen son de manual: abogados de cabecera que ya manejaron fondos pesados, exgobernadores reciclados, operadores de siempre. Todo queda en familia. Y si alguien los frena, la monstruosidad política se victimiza, acusa a los K y suelta declaraciones duras contra jueces que cumplen con la ley. Literal: la ley que vale es solo la suya.


Mientras tanto, la provincia se funde: gastan 30 mil millones en un año con una sola farmacéutica y los hospitales siguen sin insumos básicos. Pero para la monstruosidad política, lo urgente es blindarse a sí misma. Hoy, antes de la sesión pública, pone a los cuatro jueces nuevos en la cancha. Lo irónico: ni el kirchnerismo descuidó tanto las formas en sus designaciones, salvo algún caso que todos conocen.


En el medio, hay voces que recuerdan que algunos espacios políticos podrían haber frenado esta movida si se hubieran puesto las pilas, o que al menos habría que haber convocado a la participación real. Pero la monstruosidad política ya está en modo play: lo que tenga que pasar, pasa.


Todo esto no es solo show: hay artículos del Código Penal que calzan de taquito. La monstruosidad política es un poder que se flashea ilimitado y convierte la democracia en laboratorio de su ego. Y lo peor: no nace de golpe, sino que crece cada vez que la sociedad banca lo intolerable.


El futuro está en la gente de salud y educación: las elecciones de medio término son la bala de plata que puede frenar a la monstruosidad política. Si le damos en el blanco, lo que sigue es un frente de laburantes firme, plantado de ante el cadáver de la monstruosidad política y diciendo “hasta acá nomás”.

Por @_fernandocabrera

 
 
 

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