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La poética del brócoli

  • Foto del escritor: Santa Cruz Nuestro Lugar
    Santa Cruz Nuestro Lugar
  • 28 ago
  • 2 Min. de lectura

Hay gestos que, en política, dicen más que cien discursos. Y lo de ayer, cuando a Milei y su comitiva les arrojaron un brócoli en Lomas de Zamora, entra de cabeza en esa categoría. No es solo un vegetal volando por el aire: es un signo, una metáfora, una radiografía perfecta de la política argentina en clave rioplatense.

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El presidente, fiel a su estilo de épica y victimización, no tardó en ponerle dramatismo al asunto. En el almuerzo con empresarios del Cicyp, frente a un auditorio de trajes caros y copas de vino, Milei definió lo ocurrido como “una situación aberrante”. Según su relato, un “grupejo violento” irrumpió con piedras en mano. Y claro, como buen manual de Milei, enseguida agregó la cuña contra su villano favorito: “Sabíamos que esto iba a ser difícil porque la casta está enquistada en el Estado hace décadas”.


Pero lo cierto es que la escena quedó marcada no por una piedra ni por una operación difamadora, sino por el brócoli. Un vegetal incómodo, verde, fibroso, de esos que te obligaban a comer en la infancia con la frase “es por tu bien”. Exactamente el mismo tono paternalista y en este caso bufarreta que usa el poder cuando ajusta, devalúa y después sermonea sobre la libertad.


La poética del brócoli es que no hiere: incomoda. No busca lastimar, busca marcar presencia. Es como decir: “mirá, no te queremos, no te tragamos, pero tampoco vamos a mancharnos las manos con violencia barata”. Es un gesto más potente que mil pancartas, porque convierte al supermercado en trinchera política.


Y ojo, que no es un detalle menor: el brócoli no es la verdura popular de la olla común. No es la papa ni la cebolla. Es caro, difícil de conseguir y con fama de gourmet. Que justo esa verdura sea la elegida también es un mensaje: la bronca no viene solo de la necesidad básica, sino de una clase media que planta bandera y dice “no nos comemos el verso del ajuste premium”.


En definitiva, Milei se fue con un brócoli como souvenir de su gira y un discurso de barricada empresarial contra la “casta” para condimentar. Y la política argentina ganó un nuevo símbolo, tan absurdo como preciso. Porque acá no se tiran flores, se tiran brócolis.


La poética del brócoli es simple: cuando la política no alimenta, el pueblo devuelve el plato. Y el menú, por ahora, viene con mucho verde indigesto.

Por @_fernandocabrera

 
 
 

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