Leguizamón y su casting para Netflix
- Santa Cruz Nuestro Lugar

- 1 oct
- 2 Min. de lectura
El vicegobernador de Santa Cruz, Fabián Leguizamón, se mandó otra de esas escenas que parecen escritas por un guionista de comedia política. Esta vez, con su troupe de campaña, desembarcó en El Calafate junto a Gisela Martínez —candidata de Por Santa Cruz y fiel escudera del jefe de gabinete Daniel Álvarez— para grabar un video en la puerta de la Fundación Valdocco. La misión: mostrarse como guardianes de la educación, mientras denunciaban al mismo tiempo que eran perseguidos y que todo era culpa, obvio, de Belloni.

El show arrancó con la afirmación solemne de Leguizamón:
“Nosotros a Valdocco no lo vamos a tocar. El gobierno de Santa Cruz pone 300 millones de pesos por mes para sueldos”, proclamó, mientras la cámara recorría el edificio con dron incluido. O sea, con recursos del Estado para la campaña, lo que justamente estaba denunciando su oposición. Una pinturita de contradicción: acuso lo que practico.
Al lado, Martínez metió el bocadillo de indignación:
“Las tecnicaturas que hoy no están disponibles es porque no hicieron los trámites para la validez nacional. Eso es una estafa”, dijo con el ceño fruncido. La misma candidata que, en plena campaña, usaba como set electoral la puerta de una institución educativa. Claro, porque si no hay dramatismo, no hay épica.
Pero Leguizamón no se quedó ahí: subió la apuesta acusando al sacerdote y candidato Juan Carlos Molina de no rendir cuentas. “Reciben aportes del Ministerio de Desarrollo Social y Molina no los explica”, señaló. Todo esto mientras él mismo evitaba responder sobre el uso del dron y los fondos públicos para su propia campaña. Cosas chiquitas, ¿no?
El acting terminó de explotar cuando Fuerza Santa Cruz, la lista de Molina, los acusó de usar recursos del Estado para la propaganda política y de haber filmado a pibes de la escuela. Leguizamón, como siempre, eligió la carta de víctima y sacó el libreto de persecución que ya le conocemos de memoria. “Ingresaron dos personas de forma violenta a increparnos… claramente enviadas por Belloni”, denunció, como si el intendente tuviera un ejército secreto entrenado solo para incomodarlo a él.
Lo mejor del episodio es que todo este sainete quedó mejor registrado en un video que el propio vicegobernador subió a sus redes sociales horas después —¡Cringe, cringe, y más cringe!—. En ese mismo video, además de la sobreactuación habitual, se notó claramente su código gestual: las manos apretadas y los pulgares girando como si fueran fidget spinners de la política. Gesto que, más que convicción, mostraba un tipo nervioso intentando vender un libreto que ni él se creía.
En resumen, lo de El Calafate fue un show de cuarta: Leguizamón jugando al mártir democrático, Martínez denunciando estafas con aire de spot enlatado y la oposición devolviendo la pelota con acusaciones de campaña trucha. Todo condimentado con el clásico estribillo del vice: “Belloni me persigue”.
La democracia, la transparencia y el respeto al que piensa distinto quedaron otra vez en el freezer. Lo que vimos no fue control institucional ni gestión: fue campaña barata con dron, acting y mucho chamuyo. Porque con Leguizamón siempre pasa lo mismo: victimizarse en cámara y rosquear por atrás.
Por @_fernandocabrera




Comentarios