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Lúmpenes contra lúmpenes: la farsa de Garrido y el voto contra la universidad pública

  • Foto del escritor: Santa Cruz Nuestro Lugar
    Santa Cruz Nuestro Lugar
  • 18 sept
  • 2 Min. de lectura

La palabra lumpen viene del alemán Lumpenproletariat, que Karl Marx usó para describir a los sectores más marginados del proletariado: los que vivían en los márgenes del sistema, sin estabilidad, sin organización, a veces manipulados por las élites para ir contra sus propios intereses. Pero, entre el Río de la Plata y Tierra del Fuego, el término se mestizó y se volvió parte de nuestra jerga popular. Acá lumpen no es necesariamente insulto: somos todos lúmpenes laburantes que nos la rebuscamos, que sobrevivimos como podemos entre la precariedad, el ajuste y los vaivenes de la política actual.

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El problema aparece cuando un lumpen con banca, supuestamente elegido por el pueblo —o, más bien, arrastrado por la inercia de la maquinaria política—, se pone a castigar a los mismos lúmpenes que dice representar. Ese es el caso del Diputado Garrido que votó en contra de las universidades públicas. Ese voto fue más que un trámite: fue un baldazo de agua fría sobre los sueños de miles de pibes y pibas de nuestra provincia.


Y ahí está lo más doloroso: Garrido no solo traicionó a la comunidad en general, sino también a su círculo más íntimo. Traicionó a sus hijos o sus nietos, que algún día podrían necesitar esa universidad pública. Traicionó a su esposa, que comparte la vida con alguien que vota contra el futuro de los suyos. Traicionó a sus amigos, muchos de los cuales deben tener hijos en edad universitaria, y ni hablar de sus exalumnitos de la escuelita de ajedrez, a quienes supuestamente les enseñó a pensar estratégicamente y ahora les demuestra que en la política se puede sacrificar la reina sin pudor, aunque esa reina sea la educación pública.


El perfil de sujetos como Garrido encaja en lo que Pierre Bourdieu llamó la "reproducción de la dominación simbólica": personajes que, aun viniendo de sectores populares, terminan jugando el juego de las élites (¡Teléfono para vos también, Jairo Guzmán!) porque lo ven como el único camino a la ascención y la permanencia en el poder. Son sujetos atravesados por la contradicción: se muestran como representantes de la gente común, pero sus prácticas refuerzan el mismo sistema que margina a esa gente de la que por cierto ya no se sienten parte. En términos lúmpenes, no son los que pelean en la calle por sobrevivir, sino los que desde un escaño administran el ajuste y reparten palos simbólicos contra los que todavía creen en el ascenso social.


Aunque ahora quiera despegarse del mileísmo, Garrido no puede zafar de la foto completa: Vidal sigue siendo Milei en Santa Cruz. Y él, con su voto, eligió ponerse de su lado. Lúmpenes contra lúmpenes: esa es la tragedia. Mientras nosotros, los de abajo, seguimos luchando por estudiar, laburar y salir adelante, él nos castiga desde su banca. Sí, a los mismos lúmpenes laburantes que alguna vez le dimos la oportunidad de estar ahí. Un lumpen más, sí, pero de los peores: de esos que se olvidan de dónde vienen y se arrodillan frente al poder de turno.

Por @_fernandocabrera

 
 
 

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