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Maestras en las Malvinas: las patriotas que nadie aplaudió

  • Foto del escritor: Santa Cruz Nuestro Lugar
    Santa Cruz Nuestro Lugar
  • 5 ago
  • 2 Min. de lectura

Uno a veces se come el verso de que la patria se construye en los discursos pomposos del Congreso, en los afiches truchos de campaña o en la guerra con uniforme y corneta. Pero no. La patria —esa palabra que muchos se llenan la boca para después escupirla vacía— también se arma en silencio, con tizas, cuadernos manchados y un guardapolvo al viento. Rosa Madariaga lo sabía. Y lo vivió.

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Aterrizó en Malvinas allá por 1923, sin épica, sin bandera gigante flameando atrás. Una mina sola, maestra normalista de La Plata, con una valijita de cartón, una radio que apenas lograba agarrar Radio Nacional entre el chillido del viento y una biblioteca de 45 libros. Cuarenta y cinco. Hoy te cruzás a más de un diputado que no leyó ni cinco.


Se instaló en una casita de chapa al lado de la bahía. Allí donde el viento te arranca las pestañas y los mapas con Buenos Aires en el centro se despegaban de las paredes como si también quisieran irse. Daba clases a nueve chicos. Nueve. En el culo del mundo. Enseñaba historia argentina, geografía, catecismo. Y cantaba el Himno. Sola. “Aunque no me entiendan”, escribió en una carta a su hermana. Pero lo cantaba igual. Porque tenía fe. Porque sabía —sabía, no creía— que la patria algún día iba a volver por esos gurises.


Y no estaba sola. María del Carmen Ávalos, Herminia Villanueva, Delia Ferreiro. Todas mujeres sin medalla, sin foto en el diario, sin feriado con su nombre. Mujeres que tradujeron cuando nadie entendía, curaron cuando no había médico, organizaron actos patrios donde no llegaban ni las estampillas. Y lloraban, cada tanto, mirando el horizonte. No por tristeza. Por orgullo. Porque sabían que estaban escribiendo una página de historia que nadie les iba a reconocer.


¿Dónde están en los manuales? ¿Dónde están en los discursos de los políticos que se rasgan las vestiduras por la soberanía mientras venden media Patagonia al mejor postor? ¿Dónde están en los actos oficiales del 2 de abril? Ni sombra.


Rosa Madariaga no disparó un tiro, pero plantó bandera. No desde un despacho, sino desde un aula. Con la voz bajita, con el mate humeando en el recreo, con las manos frías y el alma en llamas.


Estamos en lo cierto cuando decimos que “las Malvinas son argentinas” pero es hora de que empecemos a preguntarnos qué hicimos —y qué hacemos— por ellas. Porque si no hay maestras, si no hay historias, si no hay memoria, entonces las Malvinas quedan solo en el mapita del noticiero.


Y la patria, muchachos, la patria se va deshilachando, como esos mapas viejos que se le volaban a Rosa desde la pared.

Por @_fernandocabrera

 
 
 

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