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No quiero que mis hijos sean como Icardi y Wanda Nara

  • Foto del escritor: Santa Cruz Nuestro Lugar
    Santa Cruz Nuestro Lugar
  • 24 feb
  • 2 Min. de lectura

Estoy en la fila de La Anónima de la calle España. Es casi mediodía. El sonido de los carritos al deslizarse sobre el suelo y el murmullo de la gente llenan el ambiente.

Delante de mí, una madre discute con su pareja. Con tono irritado, le espeta un "boludo" porque olvidó poner en el carrito un detergente. Los hijos observan la escena en silencio. El hombre suspira y, sin responder, abandona la fila en dirección a la góndola correspondiente.


Mientras lo veo alejarse, mi mente se sumerge en una reflexión que hace tiempo me ronda. Las relaciones afectivas no son fruto del azar. Desde la primera infancia, la manera en que los niños perciben la dinámica entre sus padres influye profundamente en su futura forma de vincularse.


Hasta los seis o siete años, los niños poseen una lealtad innata hacia la madre. En esa etapa, su mente absorbe creencias y patrones que determinarán su manera de interactuar en la adultez. Si una niña crece escuchando que su padre es irresponsable, egoísta o indiferente, existe una alta probabilidad de que en el futuro se relacione con hombres que repliquen esas características. Puede hacerlo por dos razones: para revivir la historia de su madre creyendo que es el modelo correcto o, por el contrario, para evitar el sufrimiento, optando por el distanciamiento emocional.


En el caso de los niños, el impacto es similar. Si un pibito internaliza la idea de que su padre es una figura ausente o negativa, de adulto puede replicar esa conducta, perpetuando el mismo esquema. Por otro lado, también es posible que desarrolle una presencia asfixiante en sus vínculos, intentando compensar la carencia que experimentó en su infancia.


Si llegado este párrafo algún lector de "Santa Cruz nuestro lugar" se siente como el tuje por como lleva su vida amorosa actual, es tiempo de que este humilde redactor le comparta algo que me dijo mí psicóloga hace un par de sesiones: cómo dije hace un instante, las relaciones de pareja se construyen sobre bases inconscientes que provienen de la niñez. Sin embargo, lejos de ser un destino inevitable, estas creencias pueden transformarse. O sea que hay un horizonte promisorio en el que al menos no terminemos siendo Icardi y Wanda Nara.


Para ello es preciso comprender que el vínculo de pareja ofrece una oportunidad para sanar y resignificar experiencias. Esto es clave para romper ciclos perjudiciales. Y nada de lo que vivimos es fortuito; todo responde a causas profundas que pueden ser comprendidas y trabajadas. La clave está en reconocerlas y elegir conscientemente cómo queremos relacionarnos.


El hombre regresa con el detergente en la mano. La madre con cara de culo no le dice nada. Él vuelve a ocupar su lugar en la fila. Los hijos miran hacia otro lado, pero yo me pregunto ¿qué marca este momento en sus mentes? La fila avanza y sigo pensando en todo esto y en qué el amor que le tengo a mis hijas ha de ser sideral porque no quiero que en sus vidas amorosas se cruce un pelotudo olímpico como yo.

Por @_fernandocabrera

 
 
 

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