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Una narcopresidencia, ¿necesita de narcogobernadores?

  • Foto del escritor: Santa Cruz Nuestro Lugar
    Santa Cruz Nuestro Lugar
  • 6 oct
  • 3 Min. de lectura

Che, basta de anestesia: estamos ante algo tan bizarro que ya ni siquiera decir “corrupción” suena fuerte, porque pasó a ser parte del paisaje, del aire que respiramos todos los días. Y los gobernadores que se sacaron fotos con el poder central, que firmaron acuerdos sin mirar, que se hicieron los pijas libertarios, tienen que dejar de hacerse los boludos. Porque no son víctimas del contexto: son parte del combo, avalan, bancan y se prenden del botín de turno.

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El escándalo del diputado que ahora lleva la marca del “narco” en los titulares es apenas una muestra del quilombo que se viene cocinando a fuego lento. Un tipo con vínculos financieros con empresarios del narco, metido hasta las manos en la rosca del poder. Y ojo, que no es un caso aislado, es el reflejo de cómo esta nueva camada de “anticasta” terminó pareciéndose demasiado a lo que decían venir a destruir. Hablan de libertad, pero huelen a lo mismo de siempre: negociados, cajas negras y discursos para la tribuna.


Y si a eso le sumás el papelón de la hermana presidencial, la “dueña del circo”, con el famoso “tres por ciento” que ya circula como sticker de WhatsApp, las compras truchas a la Suizoargentina y los manejes turbios con criptomonedas, el cuadro se completa. Nadie entiende si están gobernando o jugando a la timba digital con la guita del Estado. Lo cierto es que el gobierno que prometía transparencia terminó siendo una kermés de licitaciones raras, retornos disfrazados y discursos que ya ni ellos se creen.


Los gobernadores que se subieron al tren libertario, que pegaron sus listas al sello nacional y que todavía se sacan fotos con el león, ahora están hasta las manos. Porque, hermano, la gente no es boluda. Si te abrazaste al poder, si lo aplaudiste, si repetiste el discurso de “barrer con la mugre”, ahora bancate el la mierda. No podés salir a decir que no sabías con quién te estabas juntando. En este país, la inocencia no existe: o sos parte o sos cómplice.


Y en la Patagonia, la cosa tiene otro peso. ¿De verdad quieren hacernos creer que los gobernadores del sur no sabían que un narco tan pero tan pesado vivía y operaba en Viedma, pleno corazón patagónico? Vamos, no jodamos. Acá todos se conocen, todos saben quién es quién. Si un tipo así se movía libre, con contactos y rutas abiertas, no era por arte de magia: era porque alguien con poder miraba para otro lado. Y eso, querido lector de "Santa Cruz nuestro lugar", no es ingenuidad. Es complicidad.


Encima, como si todo esto no bastara, ahora hay provincias que andan apuradísimas para meter nueve vocales en su Tribunal Superior de Justicia, cuando toda la vida bastaron cinco. ¿Por qué tanto apuro, eh? No me digás que es por terminar con una justicia adicta. Es para blindarse, para asegurarse de que cuando el ventilador empiece a girar, las salpicaduras de la mierda no les manchen la alfombra. Es el viejo truco de siempre: cambiar las reglas antes de que los alcance el quilombo.


Y vos, que estás leyendo esto, sabés que no exagero. Cuando los de arriba se llenan la boca hablando de institucionalidad y república, es porque están tapando la mierda con perfume. Mientras vos laburás, pagás impuestos y hacés malabares para llegar a fin de mes, ellos están corriendo a blindarse.


Porque, digámoslo claro: una narcopresidencia no se sostiene sola. Necesita de narcogobernadores. De tipos que sonrían, que aplaudan, que firmen, que callen. De políticos que vendan lealtad por impunidad. Pero ojo, que cuando la gente se harta, no hay blindaje que aguante. Y cuando todo esto explote —porque va a explotar— no digan que no lo vieron venir.

Por @_fernandocabrera

 
 
 

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