Una nueva impronta musical santacruceña llega a Spotify
- Santa Cruz Nuestro Lugar

- 4 ago
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Si andás buscando nueva musiquita difícil de encasillar, que no suene a lo mismo de siempre ni a indie diluido con agua mineral, Mudar, el nuevo disco de Bruno Barletta, te va a entrar como Milei al Muro de los Lamentos. Este disco no se parece a nada que esté girando en la playlist de moda. Y eso, hoy por hoy, es una patriada.

Barletta nació y se crió en Perito Moreno, pero no se quedó quieto. Se fue a La Plata a estudiar música, y en esa ciudad —donde todo suena a algo— podría haberse dejado llevar por la corriente palermitana del indie cool, esa que te arma bandas con nombres larguísimos y medio pretenciosos, tipo Mi Amigo Invencible, Un Planeta, Los Besos, El Príncipe Idiota, La Teoría del Caos, 107 Faunos o Atrás Hay Truenos. Pero no. No volvió despeinado con la remera metida en el pantalón ni con delay en todas las guitarras. Lo suyo tiene otra textura. Otra forma de respirar. No vino a armar una banda con nombre ingenioso: vino a grabar un disco. Solo. Con identidad santacruceña.
Desde pibe tocó en bandas locales, y después, ya en La Plata, se empapó de Spinetta, de Hendrix, del jazz, del folclore y del reggae. Pero en lugar de mezclarlo todo como una ensalada apurada, lo decantó. Mudar es el resultado: un sonido cocido a fuego lento, con una estética cuidada, melancólica, despojada, que no necesita levantar la voz para hacerse oír. Porque lo que más impacta al escucharlo es su voz: aguda, íntima, a veces casi susurrada, como si en lugar de cantar al mundo estuviera hablándole a alguien que tiene muy cerca. Esa manera de cantar es una elección estética poderosa. No busca impactar, busca entrar por la rendija.
El disco arranca con "Viejo Mundo", una guitarra que se va armando entre ecos y deja que el paisaje entre primero. Después "Cerca", que se anima a una métrica quebrada, de esas que te sacan del piloto automático. "Último rastro" mete distorsión, pero la justa, con un clima más crepuscular que rockero. "Haiku" se banca el minimalismo sin miedo al silencio. La versión reprise de "Cerca" resignifica lo anterior, como quien vuelve a leer un poema años después. "Barco (Niño alado)" es un punto alto, con una melodía que se queda flotando, mientras que "Oráculo" baja la luz y arma un clima onírico, como si te cantaran desde un sueño. "Segunda forma del viento", grabada en vivo, tiene esa calidez que no se puede editar. Y el outro de "Último rastro" cierra todo con un gesto circular, sutil, sin fuegos artificiales pero con profundidad.
Lo que se escuchó en 2024, cuando su música formó parte del ciclo “Cuando digo sur” en Perito Moreno, ya lo anunciaba. Aquella producción filmada en Parque Patagonia —con guion y dirección de Rocío Navarro, y grabada en vivo en el auditorio de la Facultad de Artes de la UNLP— mostraba a Barletta en su mejor forma: contenido, preciso, emocional, con un oído puesto en la raíz y otro en el horizonte. Pero Mudar va más allá. No es una postal del sur: es el sur en forma de sonido.
No esperes coros pegadizos ni letras gritadas. Esto es otra cosa. Un disco que se planta sin estridencias. Que te habla bajito, pero te deja pensando. Que no necesita gustarte para quedarse con vos. Música para escuchar cuando no hay nadie, o cuando el mundo grita demasiado. Lo recomendamos ampliamente porque en Santa Cruz nuestro lugar amamos a los artistas disruptivos. Y Barletta no se disfraza de distinto. Simplemente, lo es.
Por @_fernandocabrera




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