"Adolescence": Una aterradora serie que refleja la eternidad de la adolescencia en nuestras vidas"
- Santa Cruz Nuestro Lugar
- 20 mar
- 2 Min. de lectura
Querido lector de Santa Cruz Nuestro Lugar, si sos papá, psicólogo, o adolescente, esta columna es para vos.

Para empezar, te comento que el término "adolescente" tiene un origen más sombrío de lo que imaginamos. En la Inglaterra del siglo XIX, se usaba para designar a niños que, hasta los 18 años, eran "adolescentes de derechos": sin protección legal ni autonomía, solo una masa explotable, especialmente en la minería. Su única función era ser engranajes de un sistema que los agotaba física y mentalmente.
Hoy, aunque el contexto ha cambiado, la lógica persiste en el consumo y la tecnología. En este sentido, la serie inglesa de Netflix "Adolescence" lo refleja muy bien: jóvenes (¡Y adultos!) atrapados en crisis de identidad y relaciones disfuncionales, buscando desesperadamente un propósito. ¿Quién se los da? Las plataformas, los algoritmos, la cultura digital que les indica qué desear y cómo hacerlo.
Pero la adolescencia ya no es solo una etapa de la vida; se ha convertido en una condición permanente. Vivimos en una sociedad que "adolece" de estabilidad, certezas y referentes. La incertidumbre es estructural, y con ella, la búsqueda desesperada de satisfacción en un mundo definido por la carencia. Si la adolescencia ya no es solo biológica sino psíquica y social, la familia también "adolece" de herramientas para enfrentar un sistema que se alimenta de su propia inestabilidad.
Esto es muy lacaniano, ¿No? Porque la necesidad, al ser intervenida por el lenguaje, se convierte en deseo: un circuito interminable donde buscamos repetir lo que una vez (la primera vez en el sexo, las drogas, el deporte, etc) nos dio placer, sin lograrlo del mismo modo. "Adolescence" juega con esta idea: sin importar sus edades -y más allá de que la trama se dispara por un crimen perpetrado por un pibe de 13 años-, los protagonistas buscan llenar vacíos con relaciones efímeras, tecnología o validación social, pero la satisfacción real siempre les es esquiva.
Aquí entra en escena un fenómeno inquietante: la cultura incel (involuntary celibate, o mejor dicho, los varoncitos con los que nadie quiere garchar). No es solo un individuo aislado, sino un síntoma social. Surge de un sistema donde las relaciones humanas están modeladas por la frustración y el consumo de expectativas inalcanzables.
En este contexto, la familia, antes refugio de las crisis individuales, atraviesa su propia adolescencia. No solo los individuos carecen de referentes; la familia misma se ha vuelto inestable, fragmentada por la hiperconectividad y la fragilidad de los vínculos.
El auge de figuras como Javier Milei, Jeff Bezos o Elon Musk no es casual. Representan modelos de deseo construidos por la lógica del consumo y la insatisfacción constante. Promueven un individualismo extremo donde el éxito es un juego de suma cero y la autosuperación se mide en poder o dinero. Son incels del capitalismo: incapaces de establecer lazos afectivos genuinos, pero obsesionados con la dominación y el éxito.
Ahí está la clave o el doble filo. Adolescence como todo producto cinematográfico refleja nuestra era, OK; pero también nos jode porque produce deseo. No busca resolver la crisis generacional, sino perpetuarla. Porque si alguna vez nos sintiéramos verdaderamente satisfechos, ¿qué quedaría por consumir?
Por @_fernandocabrera
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