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El Eternauta vuelve bajo la nevada libertaria

  • Foto del escritor: Santa Cruz Nuestro Lugar
    Santa Cruz Nuestro Lugar
  • hace 9 horas
  • 3 Min. de lectura

Mientras el gobierno actual nos sigue metiendo ajustes brutales, desmantela derechos y arrastra la cultura al barro, la figura de El Eternauta resucita, más vigente que nunca, en la pantalla global. Esa historia que Oesterheld nos dejó, que originalmente se leía como un grito de resistencia popular, vuelve a pegarle a una sociedad rota, cansada, y cada vez más perdida sin proyectos colectivos.

Javier Milei, con su discurso del "hombre solo ante el mercado", dinamita la noción misma de comunidad. Cada decreto, cada cháchara presidencial, refuerza esa lógica de competencia salvaje, donde el mérito personal se vuelve la religión y la solidaridad, un pecado mortal. Frente a ese paisaje congelado de indiferencia, El Eternauta nos recuerda otra opción: la salvación como laburo en conjunto, la épica anónima de los que, codo a codo, se bancan lo que venga.


La invasión invisible que extermina Buenos Aires en la historieta se parece un montón a las fuerzas que hoy operan, calladitas, disfrazadas de “libertad económica”. Una nevada de políticas que arrasan con el tejido social, borran empleos, y dejan a miles en la miseria. Y, como en la obra original, los verdaderos enemigos no siempre se ven: se mueven a través de otros, delegan la violencia en mandos interpuestos, y esconden su cara detrás de discursos rimbombantes y vacíos.


El Eternauta, tal como lo concibió Oesterheld, también es un viajero del tiempo: un tipo que cruza dimensiones para darnos un toque, para alertarnos de los peligros de la fragmentación social. Esta vez, aunque no lo parezca, regresa a nosotros por la pantalla, para recordarnos que el héroe, en estos tiempos de mierda, siempre es colectivo. No es el individuo aislado el que salva al mundo, sino el tejido de pequeñas resistencias, la trama de gestos solidarios que, juntos, pueden parar el desastre.


La llegada de la serie de Netflix —que se estrena dentro de dos días— en este momento histórico argentino no es ni un poquito casual. Justo cuando cierran ministerios, se achican espacios culturales, recortan becas, y persiguen cualquier protesta, aterriza esta historia que celebra la organización, la empatía y el coraje colectivo, para mostrarnos que siempre hay otra forma de bancarnos el desastre.


En la Buenos Aires sitiada de Milei, como en la de Juan Salvo, la clave no pasa por esperar a un salvador ni confiar en promesas vacías. El Eternauta enseña que la única dignidad posible es la de los que no se rinden, aunque sepan que probablemente pierdan. Hoy, como ayer, la gran batalla no es solo contra la miseria material, sino contra la destrucción del lazo humano.


Quizás no haya momento más indicado para redescubrir esta historieta que ahora, cuando todo nos empuja al olvido, al "sálvese quien pueda" y al frío del desamparo. Tal vez, otra vez, necesitemos ponernos el traje aislante, salir a la intemperie, y darnos cuenta de que, sin el otro, no hay futuro posible.


Y tal vez, si escuchamos el eco de Juan Salvo cruzando el tiempo para advertirnos, podamos todavía construir una esperanza hecha de manos entrelazadas, de resistencia silenciosa, de gestos comunes. Porque, como nos dice El Eternauta, sólo hay una verdadera aventura heroica: la de salvarnos juntos.


POSDATA: Mientras termino esta columna para "Santa Cruz nuestro lugar", cierro los ojos e imagino: cuando se estrene la serie este 30 de abril, el héroe aparecerá, paradójicamente, a través de una plataforma capitalista, para mirarme directo a los ojos y decirme que es el viajero del tiempo. Me dirá que la hora ha llegado, que debo salir a la nevada mortal sobre mi provincia y mi país, para sumarme a la lucha colectiva. Entonces entenderé que El Eternauta no era solo una historia, sino un llamado: y que la resistencia no se mira desde una pantalla, se construye cuerpo a cuerpo, paso a paso, en las calles, al lado del otro.

Por @_fernandocabrera

 
 
 

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