Cada mañana, al igual que muchos de mis vecinos en el barrio Belgrano de Río Gallegos, me dirijo al Supermercado La Anónima, ubicado sobre la calle Maipú. Es un lugar familiar, donde los pasillos y las góndolas parecen no haber cambiado en años, y donde cada producto tiene su lugar asignado, como si formara parte de una bonita escenografía pensada para que los compradores no nos demos cuenta de la remarcación de precios diaria.
Al salir, las bolsas pesan en mis brazos, testimonio de la rutina diaria que se repite con la precisión de un reloj. Camino hacia el estacionamiento, y allí, justo en la salida, se encuentra un kiosko que ha visto mejores días. Su estructura, ahora vacía y silenciosa, contrasta con el bullicio del supermercado que acabo de dejar atrás.
En la chapa desgastada de la estructura, un flyer colorido llama la atención. Con ribetes que evocan el budismo, anuncia los servicios de una "sanadora" que promete aliviar todo tipo de males. Según el volante, esta persona cuenta con 20 años de experiencia en técnicas New Age y asegura poder ofrecer soluciones a través de sus sesiones, a un precio de diez mil pesos cada una.
Mientras observo el flyer, no puedo evitar reflexionar sobre la ironía de la situación. En un mundo cada vez más conectado digitalmente, donde la ansiedad y el estrés parecen ser moneda corriente, la promesa de curación y bienestar se convierte en un producto más en el mercado. Y aunque algunos puedan encontrar consuelo en estas prácticas, me pregunto cuántos realmente logran el equilibrio prometido, y cuántos simplemente buscan una respuesta rápida a los desafíos de la vida moderna.
El espiritualismo y las prácticas del New Age a menudo se presentan como caminos hacia la iluminación personal y la armonía universal. Sin embargo, no están exentas de contradicciones. Por un lado, promueven la conexión con el universo y el desapego material, pero por otro, se comercializan ampliamente, vendiendo desde cristales hasta sesiones de meditación costosas. Esta comercialización choca con los principios de desprendimiento y simplicidad que muchas de estas prácticas enseñan.
Además, mientras que el New Age aboga por la introspección y la autoconciencia, la realidad de la vida moderna, con sus dispositivos electrónicos omnipresentes, a menudo lleva a las personas a una desconexión con su yo interior. La ironía es palpable: buscamos la paz interior mientras estamos inmersos en pantallas que nos bombardean con información y nos distraen de la reflexión personal.
La adopción de prácticas New Age puede verse como una máscara, una forma de evadir la confrontación con nuestras verdaderas emociones y conflictos internos. En lugar de enfrentar nuestras inseguridades y trabajar a través de ellas con métodos probados como el psicoanálisis, a menudo optamos por soluciones rápidas y superficiales que prometen felicidad instantánea pero carecen de profundidad.
En última instancia, aunque las prácticas New Age pueden ofrecer consuelo temporal, es esencial que busquemos formas más fundamentadas y reflexivas de autoconocimiento y crecimiento personal. El psicoanálisis, por ejemplo, ofrece un enfoque más metódico y profundo para entender la psique humana, lo que puede llevar a una transformación más auténtica y duradera.
La verdadera aceptación de uno mismo y el crecimiento personal requieren tiempo, esfuerzo y, a menudo, la guía de profesionales capacitados. No hay atajos para el trabajo interno que cada uno debe realizar, y las prácticas New Age, por muy atractivas que sean, no deben usarse como una cortina de humo para evitar esta realidad.
Es cierto que en el ámbito del espiritualismo y las prácticas New Age, algunas personas pueden interpretar erróneamente un ataque de ansiedad como señales premonitorias o mensajes del universo o la Pachamama. Esta confusión puede ser peligrosa, ya que minimiza la importancia de atender a la salud mental y emocional.
Los ataques de ansiedad son, en efecto, señales del cuerpo que indican que algo no está bien. Pueden ser el resultado de estrés, traumas no resueltos o desequilibrios químicos, entre otros factores. Ignorar estos síntomas y atribuirles un significado espiritual sin fundamento puede llevar a que las personas no busquen la ayuda profesional que necesitan.
La "higiene psíquica", como se menciona, es esencial. Esto implica reconocer y tratar los problemas de salud mental con la seriedad que merecen. En lugar de buscar significados ocultos en estos episodios, sería más beneficioso para las personas afectadas buscar el consejo de profesionales de la salud mental que puedan proporcionar diagnósticos claros y tratamientos efectivos.
El autoconocimiento y la autenticidad son fundamentales para el bienestar personal. Las prácticas New Age pueden ofrecer un sentido de comunidad y apoyo, pero no deben reemplazar las terapias basadas en evidencia que abordan directamente los problemas subyacentes que causan la ansiedad y otros trastornos psicológicos.
Pero en estas cosas yo no me hago el dolobu ni el superado en ningún tema y con una sonrisa de resignación, dejo caer las bolsas del supermercado al suelo.
Mientras la gente pasa a mi lado, absorta en sus propias rutinas, este ser de luz que cree tanto en Einstein como en la cura del mal de ojo y añora librarse del Clonazepam y la Sertralina, saca el celular del bolsillo y agenda el número de WhatsApp de la sanadora, "solo por las dudas". Porque en el fondo, ¿quién no quiere creer que hay algo más allá de la realidad tangible?
Aunque sea solo por un momento, me permito la posibilidad de explorar lo desconocido, incluso si eso significa aventurarme en el vasto mar del New Age que promete sacarme a cintarazos de la cama y arrastrarme desnudo por la escarcha otoñal de Río Gallegos para que de una vez terminen de alinearse mis chanfleados chakras.
Después de todo, en la vida moderna, ¿no estamos todos buscando algo que nos salve, aunque sea solo un poco, de nosotros mismos?
Por @_fernandocabrera
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