Scarlett Johansson recordó su visita a El Calafate: “¡Lo amé!”
- Santa Cruz Nuestro Lugar

- 17 ago
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El otro día, haciendo las oficinas de atención al cliente de Banco Provincia, para matar el tiempo me clavé los auriculares y me puse a scrollear tranqui hasta que caí una entrevista donde Scarlett Johansson estaba sentada al lado de su compa de elenco Mahershala Ali, vendiendo "Jurassic World Rebirth" a lo grande. Justo cuando ella recordó su paso por El Calafate y tiró: “¡Lo amé!”, el chabón de seguridad se me acerca y me dice que no podía usar el celu. Yo, como excusándome, le explico que estaba viendo una entrevista de Scarlett. Y el tipo, curioso, baja la voz y me dice “¿A ver, che?”. Y ahí nos quedamos, como dos pavotes, mirándola en silencio un par de minutos. Hasta que el resto de la gente que aguardaba a ser atendida empezó a mirarnos con cara de ojete y una vieja carraspeó fuerte, como diciendo “dejen de hacerse los pelotudos”. Entonces el guardia me miró serio y me dijo: “bueno, ahora guarda el celu”.

Ese terrible pedazo de hembra humana no solo vino a nuestro sur: lo derritió. Literal. Porque si bien el glaciar Perito Moreno resiste firme desde hace siglos, con la visita de la Viuda Negra a la Patagonia, el hielo crujió como pan francés en la tostadora.
Corría el 2018 y Scarlett se vino con su novio Colin Jost a meter unas minivacaciones trancas, lejos del bardo de Hollywood y con ganas de perderse aquí en el sur. Cayeron con todo el glamour que te da un vuelo privado y se alojaron en un hotel boutique entre El Calafate y el Parque Nacional Los Glaciares, de esos que te hacen sentir que dormís adentro de una postal.
Bajaron el perfil a cero: cero flashes, cero seguridad rompiendo las pelotas, cero cholulaje. Pero acá, viste, no se nos escapa ningún pute. La rubia fue vista en el local “Are Auca” comprando tres saquitos para su pibe, como cualquier madre con buen gusto, y se mandó una excursión lacustre que incluía navegar por el Brazo Sur del Lago Argentino y el Lago Frías, caminar entre bosques de lengas y quedarse de cara frente a glaciares y lagunitas con témpanos que parecían flotar en cámara lenta.
“Es un lugar increíble. ¡Lo amé! Lo recomiendo a cualquiera”, dijo toda cebada, sin guardarse nada. Y es que El Calafate no es solo lindo, es un viaje de ida. Te queda pegado en la retina como calco de Pablo Grasso 2027 al termo matero.
Y mirá lo que son las vueltas: mientras la escuchaba junto al guardia en esa nota, se me fue la cabeza… Me la imaginé corriendo en bolas entre los bosques de lengas, riéndose a carcajadas, libre como el viento, y yo atrás, igual de en bolas, cual aborigen patagónico queriendo raptarla. Una postal tan vívida y tan de época que me sentí óleo y pincel del siglo XIX, como en “La vuelta del malón” del pintor argentino Ángel Della Valle.
Ahora pienso que si, en vez de bajarse directo en El Calafate, hubiera hecho escala acá en Río Gallegos —ponele, en un rapto de locura interplanetaria—, yo le armaba un tour de novela: arrancábamos con unas empanadas en El Canelo, seguíamos con un choripán con Manaos en Dedorapa, y cerrábamos la noche tirando piedritas en la laguna María La Gorda mientras le chamullaba al oído alguna historia local.
Pero no. Después de El Calafate, Scarlett y Colin (cornudo de oficio) se rajaron a Buenos Aires, donde metieron cena en Las Pizarras Bistró, tango, vinito. Igual, lo que le quedó tatuado en el alma fue la Patagonia.
“Lo pasé genial allí”, dijo con cara de “denmé la residencia que me mudo ya”.
Y ahí es cuando uno infla el pecho: mientras todos sueñan con París, Roma o Disney, Scarlett entendió todo. Lo mejor está acá, en el sur del sur, donde el hielo late, el viento te grita "¡¡¡CURINAOOOO!!!" y la naturaleza te recuerda que somos chiquitos pero felices.
Así que, si estabas dudando de pegarte una vuelta por El Calafate, acordate: hasta las diosas de Marvel vienen y se vuelven locas. Y si ves una rubia corriendo en el bosque, tranqui… capaz no es Scarlett, pero vos corré igual, que soñar, por ahora, sigue siendo gratis.
Por @_fernandocabrera




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