En la monotonía de mi día a día, redactando notas de prensa gubernamental que más parecían ecos de un eco, aquel 2007 trajo consigo una tarde que rompería la rutina. La oficina, siempre tan gris como las noticias que procesábamos, se vio interrumpida por el regreso de Leandro Cabezuelo, cuya ausencia había sido sobremanera perceptible ya que siempre fue buen compañero y charlador de temas interesantes.
Leandro, con una sonrisa que desentonaba con el ambiente, comenzó a relatar su aventura vacacional con su familia en El Chaltén junto a su cuñado que había venido de visita desde Bariloche. Mientras desempacaba recuerdos y anécdotas, extrajo de su mochila una cámara, pequeña joya tecnológica de la época, y la conectó con un cable USB al ordenador más cercano. Las imágenes, que prometían ser solo un breve interludio en nuestra jornada, capturaron la atención de todos cuando algo inesperado se reveló ante nuestros ojos.
Los hermanos Marcelo y Pablo Mutti, dejaron sus cámaras a un lado, atraídos por la conmoción que generaba la pantalla. Me acerqué, curioso, abandonando un artículo a medio escribir. Lo que vi fue tan inusual como inquietante: objetos voladores no identificados, flotaban sobre las cumbres de El Chaltén.
Pablo, con la meticulosidad que lo caracterizaba, tomó el mando y comenzó a examinar la imagen. Su veredicto fue claro: no había trucos ni engaños en esa fotografía.
Leandro, impulsado por la incredulidad y la emoción, marcó rápidamente el número telefónico de su cuñado. La conversación fue breve, pero suficiente para conjeturar que él también habría capturado esos mismos fenómenos en su cámara. La noticia, aunque irrelevante para nuestro trabajo diario, nos mantuvo en vilo el resto de la tarde, especulando sobre ufología.
Al día siguiente, la oficina recibió a un Leandro eufórico, portador de nuevas evidencias que corroboraban lo visto: según nos contó, su cuñado revisó sus capturas, las amplió, y en ellas pudo ver lo mismo que nosotros.
Aquellas imágenes, aunque nunca formarían parte de nuestras publicaciones oficiales, nos indicaron que, una vez más, la realidad superaba la ficción de nuestra redacción institucional.
Por @_fernandocabrera
Comments