Si la inflación bajó, ¿por qué el kilo de pan cuesta más de 3000 pesos?
- Santa Cruz Nuestro Lugar
- 16 mar
- 3 Min. de lectura
El gobierno de Javier Milei insiste en que la inflación está bajando. Lo repiten en conferencias de prensa, lo celebran en redes sociales y lo defienden sus seguidores como si fuera un logro histórico.

Pero mientras tanto, el pan—ese bien esencial en la mesa de cualquier familia argentina—ya cuesta más de 3000 pesos el kilo en muchas panaderías del país. Algo no cierra.
Es por eso que el querido lector de "Santa Cruz nuestro lugar" debe tener en cuenta algo: la inflación no baja, se recalcula.
El relato oficial sostiene que la inflación se está desacelerando porque el índice mensual del INDEC pasó de un 25,5% en diciembre a un 15% en febrero. Es cierto que la velocidad a la que aumentan los precios se redujo en términos comparativos. Pero la inflación acumulada sigue siendo descomunal, y lo que no dicen es que el poder adquisitivo de los argentinos está en caída libre.
Está bien, ok. Admitamos que Milei recibió una economía desquiciada, con una inflación reprimida por controles de precios, emisión enquilombada y tarifas artificialmente congeladas. Pero lo que el León Libertario hizo, en lugar de estabilizar de manera ordenada, fue aplicar un ajuste salvaje que licuó salarios, jubilaciones y subsidios de un día para el otro. Así, el consumo se desplomó y la recesión profundizó la crisis social. ¿El resultado? La inflación no "bajó": simplemente hay menos gente con capacidad de comprar.
Llegado a este punto, otro detalle que el lector de esta humilde columna debe analizar es "La mentira del ancla fiscal".
El presidente se jacta de haber logrado superávit fiscal en enero y febrero, pero no explica a qué costo. No fue por una administración eficiente del gasto, sino por un ajuste feroz sobre los jubilados, los trabajadores estatales y las provincias. Además, buena parte del "éxito" del superávit se debe a la licuación de partidas presupuestarias que deberían haberse actualizado con la inflación. Milei no logró una economía sana; simplemente hizo un recorte brutal que en cualquier país desarrollado generaría protestas masivas cómo las que ya están empezando a ocurrir.
Por otro lado, el gobierno cree que restringir la emisión monetaria es suficiente para frenar la inflación. Sin embargo, la Argentina no es un país con demanda estable de pesos, sino con una economía bimonetaria donde los precios siguen atados al dólar. Por eso, el atraso cambiario que el gobierno mantiene artificialmente con el crawling peg (este término se refiere a cuando el gobierno decide que el precio del dólar suba poquito a poquito cada mes, en vez de subir de golpe).
Pero como iba diciendo, el crawling peg puede ser una bomba de tiempo: si el dólar blue se dispara, los precios volverán a ajustarse en consecuencia.
Ahora bien, la pregunta del millón es: ¿qué inflación baja si todo sigue subiendo?
Si de verdad la inflación estuviera controlada, los alimentos no seguirían aumentando semana a semana. La carne, la leche, el aceite y el pan no bajaron un solo peso. Las prepagas y los colegios privados siguen subiendo. Los alquileres se tornaron impagables. Y el transporte público, que ya aumentó fuerte en febrero, tiene más incrementos en el horizonte. ¿Entonces? La única "desaceleración" es en el ritmo de los aumentos, pero no en el empobrecimiento generalizado.
Si el gobierno de Milei cree que con la caída del consumo se combate la inflación, está vendiendo humo. No hay estabilidad con millones de personas cayendo en la pobreza. No hay éxito económico cuando la única forma de sostener el relato es pisar tarifas y postergar aumentos inevitables. Y no hay recuperación real si la gente tiene que elegir entre pagar la luz o comprar comida.
Decir que la inflación está bajando mientras el pan cuesta más de 3000 pesos es una burla a la realidad. Es el típico truco de la política argentina: cambiar el método de medición para maquillar los problemas sin resolverlos. El gobierno podrá vender sus gráficos y cifras en conferencias de prensa, pero en la calle, donde realmente se mide el impacto de la inflación, la gente ya sabe la verdad.
El ajuste no es sinónimo de estabilidad. La recesión no es un mérito. Y la baja de la inflación sin recuperación económica es, en el mejor de los casos, un espejismo. Milei prometió terminar con la "casta", pero hasta ahora, el único cambio real es que los argentinos son más pobres que hace tres meses.
Por @_fernandocabrera
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